
Incluso antes de tomar posesión como presidente de Estados Unidos, Donald Trump ya ha soltado varios bombazos geopolíticos. Entre otros, ha deslizado que podría obligar a Panamá a devolver el control del canal o intervenir militarmente en México contra los responsables del narcotráfico, pero sin lugar a dudas su excentricidad más repetida se vincula a Groenlandia, la nueva obsesión del presidente. Como ya hizo durante su primera presidencia, ha expresado su deseo de comprar la isla o, en caso de ser rechazada su oferta, podría presionar económica e incluso militarmente. ¿Por qué Groenlandia es tan importante para Trump?
De hecho, Trump no es el primer presidente estadounidense en colocar a Groenlandia en su lista de la compra. Andrew Johnson (presidente desde 1865 a 1868), quien de hecho compró Alaska para los Estados Unidos, también estuvo interesado por Groenlandia. Otro caso muy conocido es el de Harry S. Truman (1945 – 1953), que ofreció tras la Segunda Guerra Mundial hasta 100 millones de dólares por el territorio. A priori, Groenlandia no parece tan preciada como para soltar una millonada semejante. Hablamos de una isla que tiene un 90% de su superficie cubierta por hielo, lo que limita considerablemente el establecimiento de núcleos poblacionales (de hecho, estos solo pueden crearse en su línea de costa). Sin embargo, si tantos presidentes han querido desenfundar su chequera por el territorio, por algo será. En definitiva, tenemos una gran pregunta entre manos: ¿Qué hace a Groenlandia tan importante? Los expertos señalan tres argumentos principales.
Razones militares
Podemos comenzar por lo más evidente. Groenlandia es la isla más grande del mundo y disfruta de una posición geopolítica importantísima. Se coloca entre Estados Unidos y Europa y, de hecho, su capital está más cerca de Nueva York que de Copenhague, la capital danesa (recordemos que Groenlandia es en la actualidad un territorio autónomo de Dinamarca).
Groenlandia forma junto a Islandia y Reino Unido el GIUK (por sus siglas en inglés), una región estratégica en el Atlántico Norte. En pocas palabras, es una especie de «puerta de paso», pues cualquier barco o submarino que quiera moverse entre el Atlántico y el Ártico debe pasar cerca de alguno de estos países. Ya durante las dos guerras mundiales y la Guerra Fría, la GIUK fue empleada para controlar en términos militares quién pasaba por estos pasillos.
De hecho, Estados Unidos ya cuenta con presencia militar en la isla. Desde 1951 y tras un tratado de defensa, los americanos cuentan ahí con una base aérea y un sistema de advertencia de misiles, convirtiéndose esta en la primera línea de aviso en caso de ataque.
Razones económicas
Más allá del ámbito militar, Groenlandia también es un tesoro por los recursos naturales que esconde. Por supuesto, hablamos en primer lugar de petróleo y gas, pero hay mucho más. La isla también es un depósito de tierras raras, hoy en día muy deseadas por considerarse vitales tanto para la industria tecnológica como la militar (y todavía más importantes durante la actual transición ecológica). A día de hoy, no se sabe con exactitud cuál sería la cifra exacta, pero la Comisión Europea estima que en Groenlandia podría encontrarse el 10% del depósito mundial de tierras raras (aunque otras fuentes suben la cifra hasta el 30 – 40%).
De hecho, este argumento adquiere todavía más importancia si tenemos en cuenta la guerra comercial entre Estados Unidos y China, la cual parece que va a recrudecerse todavía más con la vuelta de Donald Trump. China es actualmente la primera potencia en el sector, produciendo hasta el 97% de las tierras raras del mundo. Debido a este monopolio, China es capaz de amenazar con «cerrar el grifo» y dejar de exportar estos bienes tan preciados a su principal rival u otros. En definitiva, Groenlandia le serviría a Trump de colchón geológico en caso de que los decibelios con China se vuelvan insoportables. De hecho, Pekín también es consciente de la importancia de Groenlandia, pues lleva una década tratando se establecerse en el territorio mediante inversiones y licitaciones. A pesar de los intentos de China de adjudicarse la construcción de infraestructura clave y la explotación minera, las autoridades danesas se han preocupado por bloquear estos movimientos (también por la oposición ecológica e indígena).
Razones comerciales
En último lugar, la crisis climática está elevando todavía más la importancia del Ártico y de aquellos cerca de él. El deshielo está favoreciendo la apertura de nuevas rutas comerciales por la zona. De hecho, el transporte por el ártico ya es una realidad, habiendo aumentado en un 37% durante la última década. Sin embargo, hoy en día navegar por esta zona sigue siendo caro, pues es necesario viajar en convoy (varios barcos a la vez), contratar un rompehielos y, posiblemente, pagar tasas de tránsito a Rusia (por su control de la ruta del Mar del Norte).
Es por ello que el deshielo, trágico desde un punto de vista ecológico, es un fenómeno muy pero que muy ansiado desde la perspectiva comercial. Este provocará que estas desventajas se derritan, especialmente por la aparición de la Ruta Marítima Transpolar (aunque esta se calcula para 2065). Este trayecto pasaría por aguas internacionales, evitando la necesidad de pagar tasas. Además, las rutas por el Ártico reducirían considerablemente las distancias. De hecho, un artículo calcula que la distancia sería prácticamente la mitad frente a las del Canal de Suez y el de Panamá (un ahorro de más de dos semanas), a lo que es necesario añadir que también serían rutas más seguras.