
Santiago Abascal, Viktor Orbán, Marine Le Pen, Javier Milei, Donald Trump, Geert Wilders, André Ventura… estos políticos, sin duda, tienen muchísimas cosas en común. No es ya solo el que hayan sido parte, de una forma u otra, del evento de Patriots el pasado 8 de febrero en Madrid, sino que además son protagonistas de un movimiento ideológico a nivel global. Sin embargo, a pesar de estos intentos de unión y cohesión de los que hacen gala, esta derecha (o derechas) necesita sortear un gran dilema patriótico. ¿Cuál debe ser su modelo económico, la vía Milei o el cerco de Trump?
Protección o competencia.
Aunque existan grandes diferencias en el plano económico, estas se quedan en un segundo plano si nos fijamos en la visión social y cultural que promueven estos líderes y sus partidos. Con una apuesta claramente conservadora que aboga por una vuelta a determinados valores tradicionales, la similitud, especialmente entre los líderes europeos, es enorme. Aborto, fronteras o religión: se mire donde se mire, parece que no existen problemas a la hora de llegar a posiciones comunes.
No obstante, las carantoñas entre estos líderes terminan cuando empezamos a hablar de la economía. En este punto existen dos recetas claramente antagónicas, con sus representantes por excelencia llevándolas a cabo desde Buenos Aires y Washington.
La apuesta de Javier Milei desde que venció en el balotaje al establishment peronista ha sido clara: motosierra. Recortes del gasto público, dolarización de la economía, desregulación y reducción del Estado. Se podrán decir muchas cosas a favor y en contra, pero desde luego que, poco a poco, Milei va cumpliendo sus promesas electorales. Eso sí, la más simbólica e importante, cerrar el Banco Central, aún queda pendiente.
En cualquier caso, el modelo de Milei es el de un liberalismo radical, bastante cercano a la escuela económica austriaca de la que tanto dice haber aprendido. Un modelo que puja por la globalización, el comercio mundial y la eliminación de aranceles para competir en el libre mercado.
Muchas de estas ideas le resultarán familiares a las personas que leyeron el programa electoral de VOX en 2019. En aquel entonces, el partido de Abascal tenía unas proclamas muchísimo más liberales y abiertas frente a las del programa autárquico que hoy defiende. Este proceso, que resulta de la derrota del “ala liberal” de Espinosa de los Monteros frente a la vertiente conservadora de Jorge Buxadé, ejemplifica perfectamente el dilema patriótico de estas derechas. Y a pesar de que los liberales de VOX casi han desaparecido, seguimos viendo cómo en ocasiones Abascal vuelve a sacar las ideas de recortes y reducción del estado propias de esta vertiente.
La victoria de Donald Trump, como se viene diciendo en infinidad de contextos, supone muchos cambios en las estrategias políticas a nivel mundial. Su receta arancelaria pasa por priorizar la industria local estadounidense, tratando así de equilibrar la balanza comercial. Por supuesto que ser la economía más grande del planeta te da herramientas para “incitar” al resto de países a aceptar las nuevas tarifas comerciales.
Sin embargo, se vuelve complejo trasladar esta idea a todo un mejunje de naciones más pequeñas que quieren imitar su receta. Es evidente que no es posible imponer aranceles al mismo tiempo que se apuesta por el libre comercio y la competencia en el mercado. Además, si Le Pen quiere copiar a Trump y promover los productos agrícolas franceses frente al resto, los ganaderos y agricultores españoles, entre los que VOX tiene no pocos apoyos, se sorprenderán cuando los franceses vuelvan a boicotear estos productos españoles en el mercado francés.
Hay que elegir entre cerrar o abrir la economía, porque son dos opciones incompatibles
A estos hechos hay que añadirles, además, las limitaciones que la Unión Europea impone a las herramientas comerciales. El mercado común o la PAC (Política Agraria Común) hacen muy difícil que la receta Trump se ponga en funcionamiento para estos países. Al menos, mientras se mantengan dentro de la Unión Europea.
Precisamente, hay otra derecha que se ha desmarcado un poco de la idea euroescéptica y se muestra más pragmática. O, al menos, ha incorporado un discurso menos radical. Porque si bien el encuentro anterior ha sido de Patriots, cabe recordar que hay otro grupo similar en el Parlamento Europeo, el ECR (Conservadores y Reformistas Europeos) de Meloni y compañía. Esta derecha, muy parecida en gran parte de sus ideas, tiene otras recetas.
Por tanto, existe una doble contradicción. La primera es evidente: hay que elegir entre cerrar o abrir la economía, porque son dos opciones incompatibles. Pero si, como es el caso, se opta por cerrar la economía siguiendo a Trump, estos líderes se van a dar de bruces al elevar los aranceles a sus aliados internacionales. Ahí está esa segunda vuelta de hoja que hace aún más difícil entender hacia dónde pivotarán estas derechas europeas y mundiales.
Otros condicionantes
Retomando el ejemplo de VOX, su cambio programático desde el liberalismo al conservadurismo económico no se acaba de explicar por factores externos al partido. Como sabemos, fue la pugna interna por la concentración de poder lo que terminó por imponer los programas de 2019 y de 2024.
En este sentido, se puede comprender que, tal vez, las dinámicas que ahora vemos en la pujanza del “liberalismo con fronteras y nacionalismo”, pueden cambiar, pues nada las sujeta. Los cálculos de los partidos son complejos y desde luego que no manejamos toda la información que ellos poseen.
Así pues, aun sabiendo que hoy se apuesta por los aranceles y la defensa de “lo propio”, esto se combina con muchísimas proclamas liberales. Frente a esto, otras derechas se mueven hacia el “chovinismo de bienestar”.
Como vemos en estos datos de los programas electorales de 2019, la convergencia en términos migratorios es clarísima frente a las diferencias que existen entre los modelos económicos.
Filtrando por los partidos etiquetados como “derecha populista radical” encontramos que todos ellos comparten posición sobre la inmigración. Cuanto más a la derecha (más cercana al 2), el posicionamiento es más restrictivo. Sin embargo, en el eje económico, la división es latente y encontramos a muchos partidos más cercanos a la izquierda, como el PiS polaco o el propio Fidesz. En esta división, además, tendríamos que incluir las vertientes liberales o conservadoras que venimos discutiendo.
De esta manera se puede explicar por qué vemos dichas alianzas: el enemigo común está establecido y, frente a él, poco importan las herramientas que se planteen como alternativa. El globalismo, la inmigración masiva y la socialdemocracia (zurdos o wokes) son el rival a batir.
Los próximos meses se antojan claves a la hora de ver cómo de enraizadas están las relaciones entre los pesos pesados de la internacional derechista. Si Trump aprieta las tuercas a la UE, quizá se vea a más franceses tirando tomates españoles, y viceversa.