
Con apenas un año de vida, el partido BSW (Alianza Sahra Wagenknecht en alemán) ya ha accedido al poder en dos estados federados de Alemania. El partido, que nace de una escisión de Die Linke, ha disfrutado de meses muy dulces, convirtiéndose en la tercera fuerza en los estados de Turingia, Sajonia y Brandeburgo. Sin embargo, ahora se enfrenta a las elecciones nacionales, la prueba de las pruebas y que debería consolidar el partido, pero no está claro ni siquiera que vaya a conseguir representación en el Bundestag. ¿Qué ha pasado con BSW? ¿Por qué parece haberse desinflado?
En misa y repicando
Tratar de encasillar al partido de Wagenknecht es muy complicado, sobre todo porque lleva poco en la arena política y siempre es fruto de polémicas. Sin embargo, sí parece posible afirmar que es una formación que nace con una “naturaleza de oposición”. El partido se caracteriza por su postura crítica frente a lo hecho por otros partidos. Defiende que la inmigración está siendo un problema que los partidos tradicionales no saben arreglar, se opone a seguir apoyando a Ucrania y denuncia la austeridad económica que provoca las injusticias sociales.
Todo esto está muy bien, pero todo aquel que se asoma a la política sabe que hacer oposición es una cosa muy sencilla. Subrayar los errores que los gobernantes cometen o sugerir propuestas cuando uno no está en puestos de poder es muy sencillo, pues es imposible caer en contradicciones ideológicas y uno siempre puede apelar al “si nosotros estuviéramos en el gobierno, lo haríamos mucho mejor”. Sin embargo, una vez uno alcanza el poder, la cosa se torna mucho más complicada, pues gobernar desgasta (física y electoralmente). De hecho, esta dinámica es todavía más impactante en el caso de los partidos con carácter populista. El populismo, cuando uno está en la oposición, es una especie de altavoz, que te permite gritar todavía más alto (frente a los partidos tradicionales) cuando aquel que está en el gobierno lo hace mal, pues tu mensaje suele ser más atractivo, más sencillo de comprender y te nutres de todos aquellos que están desencantados con el sistema.
El populismo, cuando uno está en la oposición, es una especie de altavoz que te permite gritar todavía más alto, pero se convierte en una debilidad una vez llegas al gobierno
Sin embargo, la fortaleza se convierte en debilidad una vez llegas al gobierno. Los partidos populistas se basan en una diferenciación entre los partidos tradicionales (que para ellos son corruptos, mentirosos e hipócritas) y ellos mismos (una especie de aire fresco y verdaderos representantes del pueblo). Ya en el gobierno, uno se da cuenta de que no siempre puede cumplir todas sus promesas o que estas eran utópicas, además de que uno no gobierna para su electorado, sino para toda la ciudadanía. Dirigir un país o un territorio es sumamente complicado y, muchas veces, la realidad no permite gobernar al 100% como a un partido le gustaría.
Seguramente, ya sabes por dónde van los tiros. Como ya adelantábamos al inicio, el BSW está gobernando, pero es que además no lo hace solo. El partido es el socio minoritario en Brandeburgo, donde gobierna con el SPD, y en Turingia, donde no solo lo hace con el SPD, sino también con la CDU. No es poca cosa lo que estamos contando; BSW ha entrado en gobiernos de la mano de los grandes partidos de Alemania, que se han repartido el poder durante décadas. Gobernar desgasta, pero imagina por un momento hacerlo junto a los partidos contra los cuales te has posicionado en repetidas veces. Además, el partido es el responsable en ambos territorios de la cartera de finanzas, por lo que es la cabeza visible de enormes programas de austeridad e impuestos restrictivos.
Si seguimos la línea de analizar Gobierno – Oposición, también debemos fijarnos en quién está frente a estas dos coaliciones políticas. En el caso de Turingia, la única oposición a la fórmula CDU-SPD-BSW es la derecha radical de AfD (también tiene representación parlamentaria Die Linke, pero es socio externo de la coalición), mientras que en Brandeburgo, no el único, pero sí el principal, vuelve a ser AfD. La relación entre el BSW y la AfD es compleja, pues son partidos en los extremos ideológicos en el ámbito económico, pero mucho más cercanos en lo cultural (sobre todo, en la cuestión migratoria). Es decir, hablamos de dos partidos que compiten por, al menos, una porción del electorado común, cuestión que las encuestas ya han indicado. Ambos son (o eran, quién sabe) partidos con cierto carácter populista y, sobre todo, contrarios a los partidos tradicionales. Si ser populista en el gobierno desgasta, imagina hacerlo mientras otro partido populista es tu principal oposición.
Si esto te parece poco, tranquilo, pues todavía no hemos acabado. La formación de estas coaliciones se ha llevado a cabo, en parte, con el fin de reforzar el conocidísimo cordón sanitario que existe contra AfD. Es decir, BSW ha entrado en el juego de apartar a AfD, pero es que una porción significante de los votantes del BSW venían de AfD, por lo que eran ciudadanos que consideran a esta formación política como legítima. Además, de nuevo, BSW entra en una dinámica de política tradicional, cuando parte de su esencia es antisistema, populista o más radical (en comparación al resto de partidos de centro).
Crear un partido no es tarea fácil
Sin lugar a dudas, la participación de BSW en gobiernos territoriales y con partidos tradicionales es la principal razón que los expertos analizan a la hora de hablar de cómo la formación se ha desinflado, pero no es lo único. Wagenknecht se ha enfrentado, en tiempo récord, a la tarea de crear un partido que fuera capaz de competir en elecciones regionales e incluso, por sorpresa, en estos comicios nacionales. Si bien competitivo, el partido parece cometer algunos errores de organización y liderazgo.
Otra de las críticas principales se centra directamente en Wagenknecht, que opacaba el partido. Ya te habrás dado cuenta de que el nombre del partido es, literalmente, también el suyo (con un tímido “Alianza” al principio). Como ya hemos visto en otros tantos partidos personalistas, esto tiene sus ventajas y sus desventajas, pues hace depender al partido de la suerte del líder. En los últimos meses, hemos visto que la figura de Wagenknecht se ha desgastado de forma significativa y, de hecho, ha desaparecido parcialmente de los focos mediáticos.
Además, el partido es ultrajerárquico, teniendo una organización partidista sin punto de comparación con el resto. La formación tiene una base de miembros muy pequeña de forma intencionada, pues aquellos ciudadanos que quieran ser miembros del partido deben ser avalados por miembros previos, además de aprobarse las solicitudes. Sin duda, es una práctica un tanto extraña, pero Wagenknecht y sus compañeros establecieron este proceso por una razón. Wagenknecht fue también un peso pesado de Aufstehen (traducido como «Ponerse de pie»), un partido político que, cuando surgió, creció a una increíble velocidad. Esta rápida expansión provocó una serie de problemas y, sobre todo, un gran caos. La dirección del partido perdió el control del mismo, a la par que comenzó una pelea interna entre varias facciones, pues todas querían tomar el poder. Por lo tanto, el exigente proceso de admisión pretende crear un partido mejor controlado, pero esto también tiene sus desventajas. Este proceso ralentiza la expansión del partido, la creación de sucursales regionales y, en definitiva, que el partido crezca. Vinculado a lo anterior, el partido carece de un electorado base, pues por ahora se ha estado nutriendo de antiguos votantes de Die Linke, SPD y AfD, a los cuales no ha tenido tiempo de convertir en leales. Por ello, siguen siendo votantes muchas veces indecisos, que pueden cambiar de opinión al mínimo movimiento.
¿Qué podemos esperar?
El éxito del partido en los estados de Brandeburgo, Sajonia y Turingia es innegable, pero hemos repasado algunas de las principales razones que podrían explicar cómo se ha desinflado el partido. Además, no es lo mismo presentarse en estados del este que a nivel nacional, donde la dinámica política favorece menos a los partidos de los extremos ideológicos. De hecho, ya en las elecciones europeas se pudo comprobar que el BSW no era tan fuerte como parecía, pues mientras en el este obtenía entre el 13 y el 16% de los votos, en el oeste peleaba por llegar al 5%. La formación sigue apostando buena base de sus apariciones televisivas a hablar de inmigración o de política internacional (ya sea Ucrania o Palestina). Sin embargo, el partido está al borde de no obtener representación parlamentaria y, lo que sería peor, cada vez más sondeos apuntan a que Die Linke, partido que Wagenknecht abandona, podría estar por encima de los de BSW y entrar al Bundestag.