
Tras el resultado de las elecciones alemanas, en las que el SPD no solo perdió la cancillería, sino que obtuvo su peor resultado electoral en más de un siglo, Pedro Sánchez y el PSOE se han convertido en el principal referente socialdemócrata en toda Europa.
De hecho, si vamos uno a uno por todos los países que forman la Unión, nos encontramos con que los socialdemócratas únicamente lideran cinco gobiernos en la Unión Europea. ¿Ha muerto la socialdemocracia? ¿A qué se debe?
Pasokización: un fenómeno no tan nuevo
De hecho, el declive de los partidos socialdemócratas no es tan nuevo como parece, hasta el punto de que ya tiene nombre propio: pasokización. Así es como se denominó a la caída electoral que los partidos de centroizquierda sufrieron a lo largo de la década de 2010, de la cual no se han recuperado. Desde hace décadas, los partidos socialdemócratas han sido una familia ideológica hegemónica en Europa, pero los últimos años hemos sido testigos de su sangría, hasta que en 2015 obtuvieron su proporción de voto más baja.
¿Por qué se llama pasokización? El término hace referencia al partido griego PASOK, que sin duda ha sido una de las formaciones socialdemócratas que más ha sufrido, pasando de obtener un 43.9% de los votos en 2009 a solo el 4.7% en 2015. Hace dos años, el partido consiguió el 12%, ganando cada terreno y acercándose a Syriza.
En el pasado, el centroizquierda ha sufrido derrotas, como en las décadas de 1980 o 1990, de las cuales se recupera con líderes como Tony Blair o Gerhard Schröder. Sin embargo, estos dulces años se tornan amargos con la crisis de los 2000 y, especialmente, con la gran crisis de 2008.
Algunos analistas apuntan que la socialdemocracia, si es que ha muerto, ha sido justamente por éxito. Si viajáramos a 1889, momento de la Segunda Internacional, escucharíamos proclamas a favor de los servicios públicos universales o de la redistribución, un argumentario que, en mayor o menor medida, hoy nos parecen lo más lógico del mundo, hasta el punto de que la derecha también lo compra. Tras lograr parte de sus postulados, la izquierda estaría congelada, dado que no tendría batallas por las que luchar.
Sin embargo, sí existen estas batallas, pero parece que la izquierda no ha sabido pelearlas por simple limitación. Volviendo al 2008, los gobiernos se centraron en las políticas de austeridad y en el límite del déficit. Durante estos años, buena parte de los países estaban gobernados por partidos socialdemócratas, lo que supuso una gran decepción para su electorado, que vieron como partidos de izquierda parecían aplicar políticas de derecha.
A esta desilusión por parte del votante socialdemócrata debemos añadir su división. Durante las últimas décadas, esta familia ideológica se ha alimentado de dos grupos de votantes distintos: la clase obrera industrial (votante tradicional del socialismo) y una porción de la clase media profesional y liberal (más reciente). El problema parece ser que estos dos grupos de votantes se están separando cada vez más, momento en el que la izquierda debe decidir si se centra en uno u otro. Por si fuera poco, en la actualidad han surgido nuevos partidos políticos que viven por y para arrebatarle a los socialdemócratas parte de estos grupos: la derecha radical tiene éxito entre el votante industrial, especialmente por su postura nativista, mientras que la nueva izquierda gusta entre los trabajadores socioliberales por sus ideas culturales o a veces por su posición económica.
Kinalización: ¿Resurgimiento o último coletazo?
Por si no te había bastado con el término de pasokización, debemos añadir otro todavía más complicado: kinalización, que también nace de la política griega. El término viene de KINAL, la coalición política nacida en 2018 y en la que se incluye al PASOK y otros movimientos. Este concepto responde justamente al fenómeno contrario a la pasokización: la recuperación de terreno por parte de la socialdemocracia, comenzando por el caso griego. Si has estado atento al inicio del artículo, recordarás que hemos hablado de 2015 como el suelo electoral del PASOK, con menos del 5% de los votos. Desde entonces, el partido ha ido recuperándose hasta el 11.8% (frente a un Syriza con el 17.8%).
De nuevo, la dinámica no es únicamente griega, sino que parece ser más o menos homogénea. Al caso griego debemos añadir el gobierno del PSOE desde 2018 o un proceso muy similar en Portugal, mientras que otras grandes hazañas de la socialdemocracia fueron la conquista en 2021 de la cancillería alemana (tras Merkel) o la más reciente en Reino Unido (de nuevo, tras muchos años de gobierno conservador).
¿A qué se debe esta recuperación? Los expertos apuntaban a la pandemia, que obligó a los distintos Estados a adoptar una narrativa más cercana al ideario de izquierdas, dado que se decidió aplicar medidas intervencionistas y políticas progresistas en general (inversión estatal, aumento del salario mínimo o incluso renta básica), que habían caído en el olvido por años. En pocas palabras, el foco político parecía que volvía a apuntar a dimensiones políticas que son propiedades de los partidos de izquierda. Es durante estos años que los analistas comienzan a hablar de kinalización. Sin embargo, volviendo a las primeras líneas de este artículo, no parece suficiente.
Esta mejoría no parece contrarrestar la dura caída de la década de 2010, además que ya hemos visto que durante las últimas elecciones, ya sea en Finlandia o en Alemania, la socialdemocracia ha vuelto a perder (y cuidado con los sondeos en Reino Unido). Incluso el argumento que vincula la pandemia y el auge del progresismo es endeble. En términos históricos, las crisis económicas no han favorecido a la izquierda: al caso de 2008 que ya hemos comentado, podemos añadir la epidemia de gripe de 1918 o la Gran Depresión de 1929. De hecho, la ciencia política ha indicado que la inseguridad económica no favorece los valores progresistas, sino todo lo contrario: una reacción autoritaria.
Por si fuera poco, las razones que antes dábamos todavía persisten. La socialdemocracia ha tratado en algunos casos de cambiar su postura económica (pensemos en el laborista Jeremy Corbyn, hoy ya diputado independiente), pero la economía ha sufrido grandes transformaciones que han limitado la capacidad de actuación de los Estados, por lo que la izquierda parece seguir en busca de nuevas herramientas.
Por si fuera poco, hoy la política europea parece enfocada en la cuestión migratoria, otro fenómeno político al que la izquierda sigue sin saber responder. Hasta ahora, los partidos socialdemócratas han duda sobre cuál debería ser su respuesta. En algunos casos, han optado por adoptar un discurso más duro contra la inmigración, tratando así de competir con la derecha radical y recuperar a parte del votante tradicional. Sin embargo, no está clara la eficacia de esta medida.