
Rumanía volverá a las urnas el próximo 4 de mayo en una primera vuelta presidencial. El candidato que en noviembre del pasado año ganó la primera vuelta, Călin Georgescu, no será parte de estos comicios una vez el Tribunal Constitucional avaló el veto impuesto por la autoridad electoral. Este movimiento, junto al de la anulación de esa primera vuelta en la que venció, han tenido en vilo la política del país durante meses.
La polémica primera vuelta
Para entender el complejísimo embrollo que vive la política rumana es necesario retrotraerse a esa fatídica primera vuelta. Fatídica para el establishment y para las casas de encuestas, porque ninguno vio venir a Georgescu. Parecía un candidato residual, que se presentó de forma independiente tras separarse de la derechista AUR y al que no se le daba más que un 8% de los votos en el escenario más optimista. No obstante, sabemos lo que pasó: su campaña en redes sociales, especialmente TikTok, fue la razón principal de que alcanzase más del 22% de los votos.
De esta manera, el candidato independiente lideró la primera vuelta y se iba a enfrentar a Elena Lasconi (USR), que entró en segundo lugar, dejando fuera, por la mínima, al candidato socialdemócrata y actual Primer Ministro Marcel Ciolacu. Pero, como ya se sabe, nada de esto ocurrirá. A 48 horas de que se celebrase la segunda vuelta, el Tribunal Constitucional de Rumanía (TCR) decidió anular estas elecciones y dejó sin resolver cuándo habrían de celebrarse. La razón fue rotunda: existían indicios de injerencia extranjera en la votación de primera vuelta. En este punto, aunque no ha trascendido mucha información de la que maneja el TCR por lo delicado que es el asunto, se saben dos cosas.
Primero, en un menor grado de relevancia, se detectaron ciberataques a webs vinculadas a las elecciones rumanas en el día de la votación. Las fuentes apuntaban a Rusia, pero no se ha detallado qué influencia pudieron tener estos ataques más allá de intentar desestabilizar un proceso democrático exterior. Sabemos que Rusia ya lo ha hecho antes. Lo que es más sorprendente, y también una causa potencialmente legítima para anular unas elecciones, fueron las acusaciones con respecto a la campaña en TikTok.
Una red social y millones de votos
Un reportaje del portal rumano scoop.ru reveló algunas claves que, lejos de aclarar nada, complicaron terriblemente entender lo que sucedió en esas semanas. Supuestamente, el origen de una parte importante del éxito de Georgescu en esta red social se debe a una campaña financiada por otro partido. El Partido Liberal, que ahora mismo es un socio minoritario en el Parlamento liderado por los socialdemócratas, fue quien encargó una campaña en redes.
A través de una empresa de comunicación, se contactó con una serie de influencers a los que se les facilitaban guiones para sus vídeos. En teoría (y es en teoría porque ninguna información clave ha salido a la luz desde entonces), estos guiones fueron alterados a espaldas de la empresa para dar un discurso que casase con las ideas que traía Georgescu. Tanto el partido como la empresa se han desmarcado de esta campaña, dejando en el aire la autoría de la misma.
Otras voces han acusado al famoso algoritmo de TikTok, pues este podría haber favorecido deliberadamente al candidato contrario a las ideas occidentales. Esta acusación no acaba de tener mucho sentido, ya que aquí no habría que mirar a Rusia sino a China. En concreto, a la empresa ByteDance, con sede en Pekín. La única cuestión demostrada es que la plataforma falló a la hora de mostrar el contenido de esta campaña como “contenido publicitario” o pagado. Aun así, los vínculos potenciales son bastante débiles.
Por su parte, la Comisión Europea decidió el pasado diciembre abrir una investigación sobre la influencia de TikTok en la vida política, pero no se sabe nada de los resultados de la misma. Además, se han lavado las manos con el asunto de Rumanía, alegando, con bastante razón, que las elecciones son cuestiones domésticas de los países y que no han de entrar a valoraras.
Por supuesto que, desde un punto de vista de calidad democrática y del proceso electoral, habría que velar porque ningún actor exterior desestabilice o influencie de algún modo en unas elecciones
Si no se avanza en otros frentes de la campaña electoral, como puede ser el asunto de la financiación irregular, es complicado pensar que estos argumentos sustentan el hecho de anular unas elecciones. Quizá en un futuro sí veamos estas pruebas, o no, pero la elección hace tiempo que fue cancelada y el “daño” en este sentido es absolutamente irreparable. Además, cabe destacar que hubo un recuento ratificado por la autoridad electoral. Este, que si bien se produjo por una denuncia al margen de Georgescu, confirmó que los votos registrados eran correctos y que los más de 2 millones de votos que recibió la candidatura del independiente eran verídicos.
Tampoco hay que caer en la falsa creencia que desde algunos sectores se está intentando promover. Por supuesto que, desde un punto de vista de calidad democrática y del proceso electoral, habría que velar porque ningún actor exterior desestabilice o influencie de algún modo en unas elecciones. Si las pruebas son consecuentes en este sentido, indudablemente habría que repetir el proceso para que se obtengan unas garantías democráticas.
No obstante, las pruebas que hasta el momento se tienen no hacen posible afirmar que este incumplimiento de garantías democráticas se haya dado. Pero, en la otra cara de la moneda, se puede decir que se ha invalidado el voto de todas las personas que apoyaron tanto a Georgescu como a Elena Lasconi quien, además, tenía más posibilidades de ganar la 2ª vuelta.
Las piezas en el tablero internacional
Otra de las narrativas que circula por las redes es la de que la UE ha anulado este proceso electoral. Ante esto no hay más que ver qué actores toman las decisiones y el posicionamiento de la Comisión. El Tribunal Constitucional de Rumanía poco tiene que ver con las autoridades europeas y no existe ningún indicio de presión que provenga desde Bruselas.
Sin embargo, no hay que obviar el hecho flagrante de que lo último que quieren Ursula von der Leyen, Francia o Alemania es a un Viktor Orbán 2.0 en Rumanía. Y es que, entre las competencias de la presidencia rumana hay 2 aspectos clave. Primero, la capacidad de tomar decisiones sobre el ejército y en materia de defensa. Georgescu ha sido terriblemente escéptico con la capacidad de la OTAN de proteger a Rumanía, que es precisamente el país donde se tiene previsto ampliar la base militar de esta alianza para convertirla en la más grande bajo su control.
Pero además de en materia de defensa, el presidente de Rumanía tendría la última palabra en el voto del país para las resoluciones de la UE. Es decir, podría vetar, del mismo modo que hace ahora mismo Hungría, las declaraciones conjuntas de los 27, así como el envío de ayuda armamentística a Ucrania (o cualquier otro país). Por lo tanto, a pesar de que desde la Unión están encantados de que un candidato como Georgescu no opte a la presidencia, es difícil externalizar fuera de Rumanía la toma de decisiones de este proceso judicial y político. Y por supuesto que la UE no tiene ninguna competencia sobre las elecciones nacionales de sus miembros.
Como en toda noticia relevante dentro del mundo de la política, ningún actor internacional ha querido dejar sin comentar este asunto. Por alusiones, Rusia ha alertado de la degradación democrática que sufre Rumanía con la decisión de anulación de las elecciones y del veto a Călin Georgescu. Es obvio que Rusia no es el país con las elecciones más transparentes y también parece que no les importaría contar con otro pseudo aliado en el seno de la UE.
Otro que no pierde ocasión de dar su punto de vista es Elon Musk. “Crazy” (Loco) es la etiqueta empleada por el billonario para hablar de lo que sucede en Rumanía a raíz de la cancelación de las elecciones. Su mención a la pérdida de soberanía de Rumanía, en realidad, es un ataque a la Unión Europea. No se hace de forma explícita, pero ocurre y favorece esta narrativa de que es la Unión la que ha pujado por echar a Georgescu de las urnas. Son muchas las pequeñas batallas entre los europeos y el gabinete de Trump, y en Rumanía estos últimos han encontrado un filón muy interesante para ellos.
¿Y las próximas elecciones?
Ahora queda por resolver lo que quizá es más importante: el futuro electoral de Rumanía. A falta de unas semanas para llegar a ese 4 de mayo, sabemos que Georgescu no estará en las papeletas. Sin embargo, los sectores más derechistas y ultras del país han aprovechado las diferentes protestas surgidas en estos meses para recabar apoyos y buscar candidaturas alternativas.
Toda la atracción mediática surgida a raíz de las polémicas, sumadas a las ya mencionadas protestas en defensa del candidato vetado, hacen que estas elecciones sean un poco más difíciles de predecir. Hasta que recientemente se ha rechazado el último recurso judicial de Georgescu, las casas de encuestas le incorporaban entre los candidatos por los que se preguntaba. Todas ellas le daban una aplastante victoria, superando el 35% de los votos, pero necesitando de una segunda vuelta.
Una vez evidenciado que la vía judicial ha expulsado a Georgescu, será determinante conocer a qué candidatura dará su apoyo. Aquí aparecen tres nombres: Nicolae Simion, George Becali y Anamaria Gravilae. Simion y Gravilae en principio han inscrito los dos su candidatura a expensas de conocer si la autoridad competente podría vetar también a Simion tras incitar a la violencia en las protestas por salvar la candidatura de Georgescu. Si no es el caso, Gravilae se retirará. En cuanto a Gigi Becali, miembro de AUR al igual que Simion, las encuestas le dan un 8% de los votos, pero ha sido muy crítico con la actuación en las protestas de los diputados del partido (como Simion). Por ello, no está del todo claro cómo se trasladarán estos apoyos a las candidaturas finales, si es que Becali decide presentarse.
El precedente de una cancelación electoral en suelo europeo bajo escasas evidencias es muy peligroso.
El empuje de los afines a la derecha nacionalista podría dejar a Simion o Gravilae en una potencial segunda vuelta si los apoyos se trasladan desde Georgescu. Pero, ¿contra quién competirían?
Hasta la fecha, con los sondeos en los que todavía aparece Georgescu, parece que el alcalde de Bucarest, actual independiente, pero ex-fundador de USR (el partido de Lasconi) tendría papeletas de disputar esa segunda vuelta. Sería, en este caso, el candidato más cercano al establishment una vez descartados tanto USR como los socialdemócratas. La otra opción sería Ilie Bolojan, actual presidente interino de Rumanía y miembro del Partido Nacional Liberal (PNL), al que otra encuesta pone como 2º en la carrera con Georgescu.
El precedente de una cancelación electoral en suelo europeo bajo escasas evidencias es muy peligroso. Hoy, Rumanía es un caldo de cultivo donde hay muchos ciudadanos que se han sentido silenciados, y tienen muchas razones para sentirse de esta manera. Las formas en las que se ha llevado a cabo todo el proceso hacían prever un repunte en los apoyos a Georgescu o, en su defecto, a las candidaturas afines.
Las lógicas que empujan ahora mismo a los rumanos a las urnas se dividen entre mantenerse cercanos a los partidos tradicionales o unirse a la ola de descontento. Quizá, muy posiblemente, haber permitido aquella segunda vuelta en diciembre entre Georgescu y Lasconi hubiese salvaguardado los intereses democráticos y, al mismo tiempo, habría dado a Bruselas a su candidato deseado.