
En apenas mes y medio desde su llegada a la presidencia, Trump ha desatado una guerra comercial contra todo el mundo, especialmente contra sus socios y aliados. Pese a la perplejidad inicial, la Unión Europea (UE) ha movido ficha rápidamente y ha empezado a mostrar su músculo diplomático y comercial: antes de la toma de posesión del neoyorquino, ya planteó acuerdos comerciales con el Mercosur y con México, y a principios de marzo dio un nuevo golpe de efecto: 21 miembros del Colegio de Comisarios, con su presidenta, Ursula von der Leyen, a la cabeza, viajaron a la India para tratar de acelerar un pacto comercial con el país.
De este modo, la UE e India han acordado finalizar un tratado de libre comercio para finales de este año, con el objetivo de fortalecer la cooperación en áreas como comercio, tecnología, conectividad y defensa. Este acuerdo, considerado el más ambicioso de la UE hasta la fecha, busca diversificar las alianzas comerciales europeas en respuesta a posibles tensiones comerciales con Estados Unidos.
Hay que tener en cuenta que, actualmente, la UE es el mayor socio comercial de India, con un intercambio bilateral que alcanzó más de 130.000 millones de dólares en el año fiscal 2023-2024. A su vez, el subcontinente asiático es el tercer socio comercial de la UE. Pese a ello, los otros dos socios que están por delante son Estados Unidos, con 1,6 billones de transacciones bilaterales el mismo año, y China, 840.000 millones, por lo que el potencial de crecimiento comercial con el país más poblado del mundo es enorme.
Los desafíos del tratado
Sin embargo, este acuerdo presenta múltiples desafíos que dificultan su concreción, a pesar de la voluntad política de ambas partes para fortalecer su relación comercial. Uno de los puntos más conflictivos en las negociaciones es la reducción de los aranceles y la eliminación de barreras comerciales. La UE busca que India reduzca los altos aranceles que impone sobre productos europeos, que en algunos casos alcanzan el 150%, lo que dificulta la competitividad de los productos europeos en el mercado indio. Por su parte, India desea mejorar el acceso de sus textiles, productos farmacéuticos y servicios tecnológicos en el mercado europeo.
El proteccionismo indio
Hay que tener en cuenta que desde su independencia en 1947, India ha desarrollado una política económica basada en la autosuficiencia, conocida como Swadeshi, que prioriza la producción local y limita la dependencia de productos extranjeros. Aunque en 1991 inició un proceso de liberalización económica, su mercado sigue presentando numerosas barreras para las empresas extranjeras. Esta postura responde a la necesidad de fortalecer su industria nacional, evitar la competencia desleal que podría afectar a sus pequeñas y medianas empresas, garantizar la generación de empleo y reducir su déficit comercial. No obstante, estas mismas políticas han dificultado la integración de India en el comercio global bajo condiciones favorables para sus socios internacionales.
En la industria automotriz, por ejemplo, los impuestos sobre los vehículos importados pueden alcanzar el 100%, lo que limita significativamente la competitividad de fabricantes europeos. En el sector agrícola y de bebidas alcohólicas, los productos europeos, incluidos vinos franceses e italianos o whisky escocés, enfrentan aranceles que pueden superar el 150%. También existen restricciones sobre productos electrónicos y tecnológicos, diseñadas para incentivar la producción local dentro del programa Make in India, que busca consolidar a India como un centro global de manufactura.
Condiciones laborales
Por otro lado, la UE ha mostrado una postura firme respecto a la incorporación de estándares laborales y medioambientales más estrictos en el acuerdo. Esto responde a su compromiso con el Pacto Verde Europeo, que busca reducir la huella de carbono de sus socios comerciales y garantizar mejores condiciones laborales en los países con los que firma acuerdos. India, sin embargo, teme que la imposición de estos estándares pueda aumentar los costos de producción y reducir su competitividad en sectores clave como la industria manufacturera y textil. La UE, por su parte, argumenta que estas medidas no solo garantizarían un comercio más sostenible, sino que también generarían beneficios a largo plazo para la economía india.
Hay que tener en cuenta que India cuenta con una de las poblaciones más jóvenes del mundo, con una edad media de alrededor de 28 años. Sin embargo, cerca del 80% de los trabajadores están empleados en sectores no regulados, sin acceso a seguridad social, pensiones o contratos formales. Este fenómeno afecta especialmente a trabajadores en la agricultura, el comercio minorista y el sector manufacturero. Destaca también la baja participación de las mujeres en el mercado laboral. Factores como la falta de acceso a educación, barreras culturales y la ausencia de políticas de conciliación laboral explican esta tendencia. Además, la desconexión entre el sistema educativo y las demandas de la industria ha generado una situación en la que muchos jóvenes no encuentran empleo en su campo de especialización.
La propiedad intelectual y la seguridad jurídica
La regulación sobre propiedad intelectual es otro de los puntos clave en las negociaciones entre ambas potencias. Ambos actores tienen intereses y posturas marcadamente diferentes en este ámbito, lo que hace que llegar a un acuerdo sea particularmente complicado. Mientras que la UE busca que India refuerce sus normativas sobre derechos de propiedad intelectual, especialmente en sectores como la tecnología y la farmacéutica, India tiene una postura más flexible al respecto, particularmente en el sector farmacéutico. Esto es debido a que la industria india depende en gran medida de la fabricación de medicamentos genéricos, que han sido cruciales para garantizar el acceso a tratamientos médicos asequibles tanto en el país como en muchos países en desarrollo. Un endurecimiento en las regulaciones sobre patentes podría limitar la capacidad de las empresas farmacéuticas indias para producir versiones genéricas de medicamentos, afectando la disponibilidad y asequibilidad de estos productos en los mercados emergentes.
El marco regulador de las inversiones y la protección de datos también es un área conflictiva. La UE busca garantizar un entorno seguro para las empresas europeas que invierten en India, exigiendo mecanismos sólidos de protección de inversiones y métodos efectivos de resolución de disputas. Esto incluye cláusulas sobre estabilidad jurídica y previsibilidad regulatoria, para evitar cambios abruptos en las políticas económicas que puedan perjudicar a los inversionistas extranjeros. Además, la UE desea implementar un mecanismo de arbitraje internacional que proteja los intereses de sus empresas, mientras que India ha mostrado una preferencia por la resolución de disputas a nivel nacional.
El mayor reto: la geopolítica
Sin embargo, el mayor obstáculo para este tratado de libre comercio entre UE e India puede no ser económico, sino geopolítico. La posición estratégica de India y su relación con potencias como Rusia y China han generado tensiones con Bruselas, que busca fortalecer sus alianzas con socios que compartan su visión sobre el comercio, la seguridad y el orden internacional.
India y Rusia han mantenido una relación cercana desde la Guerra Fría, pero en la última década esta alianza ha evolucionado, especialmente en el ámbito militar y energético. A pesar de la creciente influencia de Estados Unidos en la política exterior india, Rusia sigue siendo el mayor proveedor de armas del país. Además, Rusia ha sido un socio clave en la cooperación nuclear con India, suministrando tecnología y reactores para el programa de energía atómica del país.
En el ámbito energético, la relación se ha intensificado desde 2022, cuando las sanciones occidentales contra Rusia por la invasión de Ucrania llevaron a Moscú a vender petróleo a precios reducidos. India aprovechó la oportunidad y se convirtió en uno de los principales compradores de crudo ruso, lo que ayudó a Rusia a mitigar el impacto de las restricciones impuestas por Europa y Estados Unidos. Esta relación energética ha preocupado a Bruselas, que busca reducir la influencia económica de Rusia, mientras que India defiende su postura asegurando que la compra de petróleo responde a necesidades de estabilidad económica y seguridad energética.
Sin embargo, la relación entre ambos países no es completamente sólida. En los últimos años, India ha mostrado cierto distanciamiento, buscando diversificar sus fuentes de armamento con adquisiciones a Francia, Israel y Estados Unidos. Además, la creciente cercanía entre Rusia y China ha generado recelos en Nueva Delhi, ya que India ve a Pekín como su principal rival estratégico en Asia.
India y China mantienen una relación marcada por la competencia geopolítica, los conflictos fronterizos y la interdependencia económica. Pero a pesar de ello, la relación económica entre ambas potencias sigue siendo fundamental. China es el mayor socio comercial de India después de Europa, con un comercio bilateral que en 2023 superó los 120.000 millones de dólares. De este modo, India importa de China una gran cantidad de productos electrónicos, maquinaria, componentes industriales y equipos médicos, lo que ha generado una dependencia difícil de reducir a corto plazo.
En términos estratégicos, la relación con China es un dilema para India. Mientras busca contener la influencia china en el Indo-Pacífico y se alinea con iniciativas como el Quad (alianza con EE.UU., Japón y Australia), al mismo tiempo no puede permitirse una ruptura total con su vecino. La UE observa esta situación con cautela, ya que también busca reducir su dependencia de China en sectores clave y vería con buenos ojos un mayor alineamiento de India con sus propios intereses comerciales y geopolíticos.
De este modo, el posible Tratado de Libre Comercio entre India y la UE representa una gran oportunidad para ambas partes, pero también enfrenta desafíos significativos. Existe un interés real en avanzar en las negociaciones, ya que tanto India como la UE buscan diversificar sus relaciones comerciales y fortalecer sus economías en un contexto global cada vez más fragmentado. Para la UE, India es un mercado en crecimiento con una población joven y una economía dinámica que podría convertirse en un socio estratégico clave, especialmente en sectores como la tecnología, la industria farmacéutica y la manufactura. Para India, un acuerdo con la UE le permitiría mejorar su acceso a uno de los mercados más grandes y regulados del mundo, atraer más inversiones y fortalecer su posicionamiento en la economía global.
Los beneficios potenciales del tratado son considerables. Para la UE, India podría servir como una alternativa parcial a China en las cadenas de suministro, reduciendo su dependencia de Pekín en sectores clave. Además, la apertura del mercado indio permitiría a las empresas europeas expandir su presencia en sectores donde India todavía tiene barreras de entrada, como el comercio minorista, los servicios financieros y la automoción. Para India, el acceso preferencial al mercado europeo impulsaría sus exportaciones, fomentaría la inversión extranjera y ayudaría a modernizar sectores como el textil, la industria farmacéutica y las energías renovables.
Pese a todo, los desafíos siguen siendo importantes. India mantiene una política comercial proteccionista que choca con las exigencias de la UE en términos de reducción de aranceles y apertura del mercado. Además, las diferencias en regulaciones sobre propiedad intelectual, derechos laborales y estándares medioambientales podrían ralentizar las negociaciones. Otro punto de fricción es la postura de India en la geopolítica internacional: sus estrechos lazos con Rusia y su relación ambivalente con China generan desconfianza en Bruselas, que busca socios alineados con sus valores y estrategias globales.
Así, el éxito del tratado dependerá de la capacidad de ambas partes para encontrar un equilibrio entre sus intereses comerciales y sus diferencias políticas. Si logran superar los obstáculos, este acuerdo podría convertirse en un pilar fundamental para la cooperación económica entre India y Europa en las próximas décadas.
[…] India ha logrado un crecimiento económico significativo, especialmente desde la liberalización de su economía en los años 90. Es hoy una potencia emergente, con sectores tecnológicos, farmacéuticos y de servicios en expansión, aunque aún arrastra desigualdades severas, pobreza rural y conflictos sociales. […]