Qué ha pasado

Hace unos días, Gabriel Rufián (ERC) revolucionaba un debate que la izquierda lleva arrastrando décadas, pero especialmente durante las dos últimas legislaturas. El portavoz de Esquerra Republicana ha propuesto que las formaciones plurinacionales a la izquierda del PSOE formen una candidatura común para las siguientes elecciones. Por ello, ha iniciado conversaciones con fuerzas como Compromís, BNG, Bildu o Adelante Andalucía, sondeando la viabilidad del proyecto.

La razón detrás del movimiento es clara: el cálculo electoral. En la gran mayoría de sistemas electorales, especialmente en casos como el español, la división se penaliza al acudir a las urnas. Visto lo visto, Sumar parece que ya no es un pegamento capaz de cohesionar a las distintas izquierdas y, en paralelo, los sondeos ya marcan que el divorcio con Podemos penalizará electoralmente. 

Además, de fondo también encontramos el único punto que parece generar cierto consenso entre las izquierdas: el temor a VOX. Cuanta mayor sea la división, menos escaños para la izquierda y, cuantos menos escaños para la izquierda, mayor probabilidad de que las siguientes elecciones den como ganadora a una coalición entre PP y VOX. En definitiva, la izquierda necesitaría llegar unida. 

Lo más interesante de la propuesta es, en primer lugar, su viabilidad, la cual parece escasa. Sin embargo, hay mucho más de fondo: la batalla que se está dando por liderar aquello que existe a la izquierda del PSOE.

Qué propone Rufián

El plan comienza por los partidos periféricos de izquierdas, que es como se conoce a las formaciones con implantación territorial concreta y a favor de mayor autonomía en sus enclaves (es decir, Bildu o Compromís, pero no Movimiento Sumar o Podemos, que juegan a nivel estatal). 

El objetivo sería repetir el experimento llevado a cabo para las últimas elecciones europeas. Para los comicios de 2024, ERC, Bildu, BNG y Ara Més crearon Ahora Repúblicas, la alianza con la que consiguieron tres escaños y se convirtieron en la cuarta lista más votada en España, por encima de Sumar. 

El proyecto, planteado de esta forma, tendría ciertos elementos de cohesión, pues al fin y al cabo hablamos de formaciones territoriales con algo en común: la defensa de intereses específicos a nivel territorial y sociales a nivel nacional. 

Sin embargo, Rufián no deja la puerta cerrada. En un segundo paso, la coalición se abriría a negociaciones con las formaciones estatales a la izquierda del PSOE, con un guiño particular a Podemos. Es este el punto en el que el movimiento toma verdadera importancia, pues hasta ahora el plan no tenía prácticamente impacto real. Veamos por qué. 

A diferencia de los comicios europeos, en los que existe una circunscripción única, las elecciones en España se juegan a nivel provincial. Por ello, la efectividad de los partidos periféricos ya es prácticamente perfecta. ERC se presenta en Cataluña, Bildu lo hace en el País Vasco, Compromís en Valencia… ¿Qué cambia si en vez de listas individuales tenemos una común? Es difícil imaginar que un votante vasco elija una coalición de izquierdas por la presencia de ERC y no por Bildu, al que previsiblemente ya votaría si va en solitario. 

A lo sumo, y ya de por sí es un escenario que merece de imaginación, se podría plantear que esta coalición podría presentarse en territorios como Extremadura o las Castillas. Sin embargo, si bien es cierto que Rufián u Oskar Matute gustan a nivel nacional, no parece que esto fuera suficiente para arrebatar escaños en provincias que en su mayoría ya son de competencia cerrada. Dada la existencia de Sumar, Podemos o lo que surja, la coalición periférica parece una opción descartada. 

De hecho, el tiro podría salir por la culata. Los partidos periféricos perderían su identidad al presentarse en territorios en los que, en principio, no tienen reivindicación real. Además, no podemos ignorar que, aunque todos sean periféricos, cada partido tiene una situación muy concreta.

En primer lugar, la unión puede generar rechazo. La conexión ERC – Bildu es prácticamente completa, con votantes más o menos similares en cuanto a intereses o perspectiva sobre España. Sin embargo, la coalición podría ser menos atractiva para otros partidos más centrados en el pragmatismo, con una postura mucho menos identitaria y que podrían malinterpretar la unión. 

En segundo lugar, los partidos periféricos juegan a nivel nacional, pero están especialmente interesados por la partida que llevan a cabo a nivel autonómico. La coalición puede estropear sus estrategias electorales. A modo de ejemplo, el BNG: su plan bien podría ser derrocar definitivamente al PSOE gallego, por lo que podría estar más interesado en ofrecer una posición independiente y más pragmática. Además, el futuro a corto y medio plazo puede separar los caminos e intereses de estos partidos. Quién sabe si una de estas formaciones preferirá marcar distancias con el PSOE, mientras otra está atada de pies y manos por gobernar con él a nivel autonómico.

En definitiva, poco recorrido tendría la propuesta si los únicos partidos que se apuntan son los periféricos. Entra en juego Podemos. 

Abierto a las fuerzas estatales

Ya de por sí es destacable que la propuesta de Rufián, más allá de las fuerzas periféricas, también buscaría atraer a Podemos, pero sin menciones a Sumar. El movimiento se debe posiblemente al desgaste que ya de por sí arrastra la formación de Yolanda Díaz. 

Con las salidas de Podemos, parte de Compromís y las dudas en Aragón o Baleares, el proyecto de Sumar como paraguas parece caducado. Si le restas los partidos periféricos que lo componen, te queda un Movimiento Sumar de poca visibilidad o anclaje territorial, por lo que a Rufián parece sobrarle la mención. 

De hecho, la propuesta de Rufián parece surgir como crítica al proyecto implantado por Sumar estos dos años (aunque también se puede incluir a Podemos). El portavoz habla de “crear un espacio plurinacional de verdad”, no “creado desde el despacho de una universidad de Madrid con antenas rotas respecto a lo que significa Euskadi y Catalunya, sobre todo”. En definitiva, se busca más protagonismo y capacidad de decisión para las periferias, una reclamación que ya juega en contra de Sumar. 

Sin embargo, la propuesta tampoco ha gustado en Podemos. En primer lugar, Pablo Iglesias y Oriol Junqueras acaban de salir de un encontronazo tuitero el cual, de hecho, pone de manifiesto el principal obstáculo a la unión periferia – Madrid. 

En primer lugar, mientras que la obtención de mayor autonomía es una prioridad de las fuerzas periféricas, puede que no lo sea en el caso de los partidos a nivel nacional, quienes buscarían un proyecto integrador. Por ejemplo, Izquierda Unida goza de buenos números en Comunidades como Andalucía o Asturias, donde no está claro que el discurso pro-cesión sea beneficioso. 

En paralelo, Podemos parece tener un plan de actuación muy marcado en la actualidad, con el foco en desgastar a Movimiento Sumar a la par que tender lazos con Izquierda Unida, que cada día parece más abierta a marcar perfil propio. El partido ha asumido una estrategia de guerrilla, enfocada en desgastar a Sumar vinculándolo al PSOE. La formación de Belarra y Montero da por amortizado el ciclo de Sánchez, por lo que su meta a corto plazo no son grandes números, sino sobrevivir y volver a presentarse como el partido-oposición a la derecha que gobernará.

Unirse a otras grandes firmas de la izquierda como son ERC o Bildu no parece lo más adecuado. En primer lugar, surgirían dudas sobre quién debería liderar esta unión, lo que daña la búsqueda de protagonismo de Podemos. El partido quiere reivindicarse de nuevo como líder de la izquierda española, por lo que no le interesa quedar diluido en un proyecto más amplio o arriesgarse a quedar en un segundo plano.

Por otro lado, parece inevitable una lucha por la conformación de las listas, pues los periféricos reclamarían buena parte del pastel en sus territorios y serían pocos los feudos electorales (y atractivos) para los partidos a nivel estatal. 

Finalmente, también es necesario destacar que la propuesta ha sido rechazada hasta por la propia ERC. Rufián ha destacado por ser un verso más o menos suelto dentro del partido, siendo un buen ejemplo lo que ha pasado estos días. El portavoz en Madrid no llegó ni a comentar su plan con la dirección en Barcelona, la cual rápidamente ha salido a desmentir la propuesta y subrayar que no está en la mesa. 

Sin embargo, dado el poco recorrido que parece tener la propuesta, ¿a qué viene? Es posible que el movimiento responda a intereses particulares de Rufián, que es una figura en ascenso no solo en Cataluña, sino en toda España. A nivel interno, nunca está de más marcar perfil propio contra la dirección de ERC, con la que tiene encontronazos.

A nivel externo, quién sabe si el político simplemente busca ganancia simbólica. Por otro lado, es de destacar que la propuesta perjudica gravemente a Sumar, que en ningún momento ha sido mencionada y deja de relieve que su proyecto hoy en día está caduco y que la tarea ahora mismo es buscarle un sustituto antes de 2027. 

El rompecabezas eterno

Dada la difícil viabilidad y los vetos, parece que volvemos a la casilla de salida con la cuestión de las izquierdas. Sin embargo, de todos estos obstáculos ya son conscientes los distintos actores, que escenifican la discusión prácticamente a diario. 

Siguiendo la complicada idea de Rufián, otra opción sería que la unión fuera solo electoral. Una vez votado, obtenido escaños y superada la ineficiencia a la que el sistema empuja a las listas divididas, los partidos podrían separarse ya en el Congreso. De esta forma, todos podrían recuperar su identidad política y asumir sus estrategias propias. 

Sin embargo, la coalición estratégica vuelve a encerrar mil y un problemas. En primer lugar, el desmembramiento implica problemas a la hora del reparto de la financiación, de perder el grupo parlamentario o la visibilidad institucional. Más allá de frenar la llegada de VOX, el día después de acudir a las urnas sería inmanejable. Por otro lado, la idea también ofrece problemas de cara al público, pues no acaba de ser sencillo vender la idea de una coalición estratégica a los votantes. A nivel internacional tenemos el ejemplo francés, aunque en la actualidad está prácticamente roto y muestra debilidades similares a las que aquí comentamos.

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por Yago Jiménez Bean

Politólogo y jurista. Actualmente, realizando un Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Carlos III de Madrid. Interesado especialmente en la competencia partidista y el comportamiento político, pero con café para mucho más.

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