
Bolivia está llamada a cerrar el ciclo que comenzó Evo Morales en el país hace dos décadas. Los bolivianos ya decidieron en la primera ronda de las presidenciales del pasado agosto que el país iba a girar a la derecha. Ahora, queda definir cómo será ese giro: bien con Jorge “Tuto” Quiroga, bien con Rodrigo Paz. Explicar quiénes son los dos candidatos es un ejercicio necesario, pero también lo es detallar la caída de la izquierda y por qué se dio. Además, las elecciones bolivianas han de interpretarse en un contexto regional. Desde La Paz puede certificarse la nueva ola de gobiernos derechistas en Latinoamérica.
Qué se juega Bolivia
La inflación en Bolivia —Venezuela aparte— es la que más crece en todo el continente y actualmente se sitúa por encima del 23% anual. El precio de la cesta de la compra, la escasez de dólares en un país en teoría dolarizado o la escasa productividad de su industria han creado un macrocóctel económico.
El país, que en su día gozaba de ser uno de los grandes exportadores de gas natural, coincidiendo con la etapa de Evo Morales en la presidencia, no ha sabido optimizar su economía para seguir compitiendo en la actualidad. Esto, en cierto modo, daría vigencia a la conocida “maldición de los recursos” que sufren muchos otros países de la región.
Lo cierto es que la economía puede ser uno de los principales responsables de que hoy los bolivianos ni siquiera puedan votar por una opción de izquierdas en la segunda vuelta. Por otro lado, tendríamos la ruptura de Evo Morales con su propio partido, el MAS-IPSP (o simplemente MAS, Movimiento al Socialismo), la rivalidad teatralizada con el presidente y también miembro del partido, Luis Arce, o su periodo en el exilio tras el escándalo electoral de 2019.
No había incentivos económicos para poder soportar el desgaste político de todo aquello. Y, aun así, la primera vuelta dejó algunas cifras muy interesantes. Evo Morales no podía presentarse porque la autoridad electoral no se lo permitió: la Constitución boliviana solo permite cumplir dos mandatos que el líder indígena ya ha cumplido. En consecuencia, Morales, que además no cuenta con ninguna estructura de partido, pidió que sus afines hiciesen voto nulo en señal de protesta.
Así podemos entender el escenario de Bolivia que nos dibujó la primera vuelta.

Con estos resultados, podría decirse que Evo Morales estuvo a unos hipotéticos cien mil votos de alcanzar la segunda vuelta. E incluso, si rizamos el rizo, podríamos pensar en un escenario de izquierda unificada (de esos que en España o Francia se trazan habitualmente). Sumando los votos del candidato del MAS (Eduardo del Castillo) a los de otro candidato de izquierdas como Andrónico Rodríguez, tendríamos que una candidatura unificada y consensuada habría podido obtener el 30%.
Esta cifra es en parte ficción porque ni la aritmética electoral tenía que ser necesariamente esa ni las diferencias entre las izquierdas habrían sido fácilmente solucionables. No obstante, ese número sí debe servir para recalcar que, en realidad, Bolivia no estaba muy lejos de poder optar de nuevo a un mandato de izquierdas. Pero volvamos a la realidad.
Dos derechas y un asiento
En ocasiones, la política deja curiosidades remarcables. Los dos candidatos que hoy se disputan la presidencia boliviana ya han estado cerca del sillón presidencial. Jorge Quiroga se sentó en él brevemente tras reemplazar al presidente Hugo Banzer. Este último, antes de ser elegido por las urnas, lideró la dictadura militar que gobernó en Bolivia entre 1971 y 1978.
Por su parte, Rodrigo Paz es hijo del expresidente Jaime Paz Zamora. Para rizar más el rizo, añadir que Paz Zamora gobernó desde la izquierda y que, además, contó con Jorge Quiroga como ministro de Finanzas. Por lo tanto, no es solo que los dos candidatos hayan estado cerca de la presidencia o en ella directamente, sino que además comenzaron su carrera política en la izquierda para acabarla en la derecha.
Entrando más al detalle, lo cierto es que no hay un consenso claro a la hora de hablar de Rodrigo Paz. Algunos medios sitúan al candidato nacido en Santiago de Compostela (España) en el centro. Otros, lo sitúan más a la derecha. Sin entrar necesariamente en etiquetas: Paz promueve un giro capitalista para Bolivia, como hace Quiroga. Ahora, lo que quizá puede hacer pensar que Paz es el candidato menos derechista es su propia visión económica. “Capitalismo desde abajo” es como lo define la periodista del New York Times María Silvia Trigo.
Una buena forma de entender las diferencias en el posicionamiento de los candidatos presidenciales es leer el informe del Congreso de los Estados Unidos sobre ellos. Para estas elecciones, señala el Congreso, “mientras que Rodríguez apuesta por el desarrollo de una empresa pública que impulse el desarrollo de la industria del litio, Quiroga [y Rodríguez Medina] han hecho campaña por la inversión del sector privado, creando posibilidades para las firmas estadounidenses”.
Serían los antiguos votantes de Evo Morales y las comunidades indígenas los que podrían decantar la balanza en favor de uno u otro candidato
Ahí vemos alguna de las diferencias entre ambos, y por qué el Tuto Quiroga representa un capitalismo diseñado desde las empresas y la élite económica. En esta clave podría estar la elección. Por una parte, existe un viraje a la derecha en términos ideológicos en todo el país, de esto no hay duda. Sin embargo, ese cambio sociológico no es lo suficientemente amplio y, por tanto, serían los antiguos votantes de Evo Morales y las comunidades indígenas los que podrían decantar la balanza en favor de uno u otro candidato.
En otras palabras, Jorge Quiroga parece haber aprovechado bien el apoyo de la oposición más rígida al masismo y a Morales. De hecho, las encuestas le dan en torno al 45% de los votos en segunda vuelta. Probablemente, esa parte de la población es la más descontenta con la gestión de las últimas décadas y la consecuencia del caldo de cultivo del desastre político reciente. Pero, como decimos, ese giro conservador no basta por sí mismo para gobernar. Hay casi un 20% de indecisos (muchos de ellos en la izquierda) que por ley están obligados a votar.
Quizá ningún candidato les acabe encandilando, pero estas elecciones se pueden decidir por el centro y esa es la gran baza de Rodrigo Paz. Atrapar voto joven, ser capaz de rebuscar entre los decepcionados con el gobierno de Luis Arce que no quieren un capitalismo salvaje con Quiroga. Y, sobre todo, lograr que los afines a Evo Morales lo prefieran como “mal menor”. Si hay una vía para que Rodrigo Paz pueda optar a la presidencia, pasa por esta coalición.
De lo contrario, y atendiendo los datos de las encuestas, lo más probable es que desde el 8 de noviembre, Jorge “Tuto” Quiroga vuelva a ser presidente del país más de veinte años después.
Las olas latinoamericanas
Más allá de las diferencias en política pública, Quiroga sería un tipo de líder que encaja más con el viraje derechista que vive el continente americano. En particular, el Tuto podría verse reflejado en Javier Milei y Daniel Noboa. Al mismo tiempo, y como señala el Congreso de EE. UU., Quiroga sería el presidente más deseado por la Administración Trump al permitir la inversión extranjera, buscar el apoyo de las agencias antidroga internacionales a las que Morales echó del país, o también por su propio discurso y la cercanía con el presidente Trump.
Es complicado explicar rápidamente por qué las regiones vecinas, con sus políticas nacionales en el centro, acaban experimentando corrientes ideológicas muy similares. Hace unos años, era la izquierda la que navegaba con viento de cola en América Latina. Hoy, la derecha es la que espera con ansia cada elección para poder retomar los gobiernos. Eso sí, esta nueva ola de la derecha no cuenta con los líderes que sí tenía la izquierda.
Milei puede hablarle de tú a tú a los liderazgos de Petro, Lula, Gabriel Boric, AMLO/Sheinbaum o incluso Evo Morales en su momento. Sin embargo, está solo. Daniel Noboa es en parte ese líder, pero también parece más frágil. Por otro lado, el recientemente investido José Jerí, desde Perú, lucha por hacerse un hueco y sobreponerse a diversos escándalos internos. La aparición de otros como Quiroga podría darle alas a esta corriente, mientras que alguien más pragmático como Rodrigo Paz no encajaría tan bien en esta espiral de movimiento pro MAGA.
En definitiva, Bolivia juega hoy en un tablero que va a medir el grado de descontento con las dos décadas de Movimiento al Socialismo. En función del nivel de enfado y de las alianzas pragmáticas de los votantes, las consecuencias pueden resonar mucho más allá de las fronteras del país andino.
