
2025 ha comenzado con los partidos conservadores pisando el acelerador. En Estados Unidos y previsiblemente también en Canadá tendremos a dos partidos de esta familia gobernando antes de que acabe el año. Quizá, incluso antes del comienzo del verano.
Al otro lado del charco, en Europa, la situación no es muy distinta, pero hay un matiz clave que merece la pena estudiar. Aquí los partidos conservadores suelen repartirse al electorado derechista junto a un partido más a la derecha. Este puede ser un partido de derecha radical, derecha populista radical, extrema derecha… Y si este existe, la puerta está abierta a que exista también un “cordón sanitario”
En cualquier caso, vemos que el PP tiene a VOX, como la CDU/CSU alemana tiene a AfD y el ÖVP austríaco tiene al FPÖ, o como el PSD en Portugal tiene a Chega. Así, muchos otros países completan su oferta política con un partido más a la derecha de lo que lo ha estado la derecha tradicional. Lo que distingue a unos conservadores de otros es si se unen o no a un cordón sanitario. Es decir, si los conservadores creen que su rival más derechista está fuera del juego democrático, o si, por el contrario, son trigo limpio y se puede gobernar con ellos.
Por supuesto que esto depende de qué partido sea el que tenemos en frente, porque en muchas ocasiones se les trata como iguales cuando tienen poco que ver. No es aventurado señalar que VOX tiene poco que ver con La Libertad Avanza de Javier Milei o la Rassemblent Nacional de Marine Le Pen. Lo único que podrían tener estos en común es su odio a la izquierda en general y a la socialdemocracia en particular. Más allá de esta afinidad, habría que hilar muy fino para detectar que estos partidos tienen un sistema de pensamiento compartido.
Volviendo al tema de los cordones sanitarios, los conservadores han tenido que decidir entre permitir gobernar a “la otra derecha” (por no usar de nuevo otros términos) o si en lugar de eso la dejaban fuera. Pongamos dos ejemplos para entenderlo mejor.
En Portugal, las elecciones del pasado año, precipitadas por un supuesto caso de corrupción que quedó en mucho menos de lo que en un principio se dijo, dejaron al PSD con opciones de gobernar. Como partido vencedor, podían gobernar en coalición con Chega u optar por negociar con el Partido Socialista (PS) para gobernar en solitario pero en minoría. Los conservadores portugueses eligieron lo segundo: el cordón sanitario no se quebró y Chega quedó excluida del gobierno.
Sin embargo, en Austria el escenario ha sido otro. En esta ocasión, tras la dimisión de la Cancillería por parte de Karl Nehammer (ÖVP) y el fracaso de la negociación entre conservadores, socialdemócratas y liberales, se abrió la vía del pacto entre el ÖVP y el FPÖ. Esta ruptura del cordón sanitario, extraña por ser en diferido, sirve para ilustrar las dos alternativas a las que hemos hecho referencia.

¿Qué sabemos de los cordones sanitarios y la derecha alternativa?
A pesar de que llevamos más de 30 años analizando qué supone la entrada de una derecha radical en los países europeos, seguimos con muchas incertidumbres en todos los sentidos. Quizá hoy entendemos mucho más el lado de la demanda. En otras palabras, sabemos por qué una parte de la población se decide por estas opciones políticas. Sin embargo, sabemos mucho menos sobre las estrategias que toman o deben tomar por partidos (o lo que es lo mismo, sabemos menos del lado de la oferta).
Dentro de esas estrategias suele estar el cordón sanitario, pero no es una medida estrella ni mucho menos. Parece bastante demostrado por experiencias en países como Suecia o Alemania que el aislamiento constante de una opción política con bastantes apoyos (digamos, más del 10% de los votos) genera que estos partidos ganen popularidad. Al ser aislados por los partidos tradicionales o establishment, pueden apoyar en este hecho su discurso y recabar más apoyos en futuras elecciones.
En estos contextos, el papel más relevante es casi siempre el del partido conservador. Quizá con la excepción de Francia, donde han sido los liberales de En Marche!, lo normal es que si el cordón se rompe sea porque los conservadores deciden pactar con la otra derecha. Así ha ocurrido recientemente en Austria o Suecia y puede pasar en otros tantos países.
¿Por qué podrían abandonarse los cordones sanitarios?
El debate político se está moviendo hacia la derecha. Esto no implica necesariamente que la ideología de las personas esté más a la derecha ahora que hace unos años, pero los temas que dominan el debate público favorecen a estos partidos.
Por ejemplo, la semana pasada se publicó un polémico trabajo académico que mostraba el aporte de las personas, por nacionalidad, al presupuesto anual de Países Bajos. Este trabajo mostraba que los migrantes en Países Bajos que provienen de países nórdicos generan un alto excedente en los presupuestos: es decir, dejan más dinero en el país del que reciben de él. Como contraparte, los migrantes que provienen del norte y centro de África o de América Latina reciben mucho más de lo que aportan.
Sin entrar a valorar aquí la metodología o las conclusiones que se pueden sacar de este trabajo, está claro que hoy existen muchas voces interesadas en el tema de la inmigración. Al igual que en cuestiones de seguridad, ineficiencia del Estado o la natalidad. Todos son temas que, por cómo están enfocados, favorecen a los partidos de derechas. Del mismo modo, cuanto más hablásemos de sanidad pública, educación o vivienda (aunque esta última estaría más discutida), más tracción ganaría la izquierda.
Este posicionamiento del debate público, el cambio de gobierno en EE.UU. y las proyecciones electorales de los países invitan a pensar que viviremos una nueva etapa donde la derecha ganará más elecciones que la izquierda. Y ahora, particularmente por dónde está el debate en la actualidad, los cordones sanitarios pueden verse como una alternativa prescindible para los conservadores.
La razón es sencilla: si el posicionamiento sobre los temas se mueve hacia este lado, la otra derecha dejará de visualizarse como un actor “fuera del juego democrático” y los costes de gobernar con ella serán menores.
Los retos en un futuro cercano
Una prueba interesante será Alemania. Allí, el cordón sanitario sobre AfD es de los más rígidos y comprometidos, porque afecta a todos los niveles gubernamentales y también se activan mecanismos legales para intentar aislar al partido. En las elecciones del próximo febrero es probable que la CDU/CSU quede en primer lugar y después vaya AfD, con los socialdemócratas en tercera posición. En este caso, será determinante ver si los escaños de CDU y SPD permitirían renovar la “Gran coalición”, porque, de lo contrario, la gobernabilidad sería muy compleja.
Si AfD crece lo suficiente como para que conservadores y socialdemócratas no sumen, y si además otros partidos como los Verdes, Die Linke o BSW no entraran en un gobierno así, quizá la CDU se replantee qué hacer. Ahí está el gran dilema de los conservadores en el que tantas veces ha salido cara y puede que ahora empiece a salir cruz.
Aunque tal vez no sea en Alemania, donde, de nuevo, el cordón sanitario es de los más contundentes, puede que no haya que esperar mucho para ver cómo este se rompe en otros países importantes. En Francia, por ejemplo, sería interesante saber si en una hipotética segunda vuelta en la que el macronismo no opte a la presidencia, estos apoyarían el voto a un candidato como Mélenchon o si, por el contrario, apostarían por Le Pen. Ya sabemos que se ha preferido acomodar a primeros ministros cercanos a Le Pen (Barnier, Bayrou) y no pactar con la izquierda.
Si esto empieza a pasar, tampoco hay que pensar en el fin de la democracia. Tenemos bastantes evidencias de que los partidos minoritarios de una coalición, que en estos casos suele ser esta derecha alternativa, pierden muchos votos en las siguientes elecciones. Al eliminarse de su discurso el hecho de que “no se les deja gobernar” y, generalmente, al ser opacados por el socio grande del gobierno, los partidos pequeños suelen desinflarse. Seguro que muchos ejemplos se nos vienen a la mente.