
Cualquier persona que no viva debajo de una piedra habrá oído hablar estas últimas semanas de los famosos aranceles de Donald Trump. La causa para imponerlos no está del todo clara, pero lo que sí sabemos a ciencia cierta es la que le ha llevado a levantarlos: el mercado de bonos del tesoro.
El mercado de bonos del Tesoro es una pieza clave del sistema financiero global y representa una forma mediante la cual el gobierno estadounidense obtiene financiación. Estos bonos permiten a los inversores prestar dinero al gobierno a cambio de un rendimiento fijo, en forma de intereses periódicos conocidos como cupones. A cambio, el gobierno se compromete a devolver el capital prestado al vencimiento del bono.
Estos bonos aseguran un rendimiento fijo, sí, pero no solo eso, también crean una relación entre el país que los compra y Estados Unidos, haciendo que el primero quiera que al segundo le vaya bien, por la cuenta que le trae. Todo esto es una compleja telaraña de dinero e intereses que vamos a intentar descifrar paso a paso.
¿Cómo funciona el mercado de bonos?
Los bonos del Tesoro (o Treasuries, en inglés) funcionan como instrumentos de deuda emitidos por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos para financiar proyectos públicos o pagar deuda existente. Se pueden comparar con un pagaré o una promesa formal de devolución. Al comprar un bono, el inversor está esencialmente prestando dinero al gobierno a cambio de una rentabilidad fija durante un plazo determinado.
Existen tres tipos principales de bonos del Tesoro en función de su vencimiento: los T-bills (menos de un año), los T-notes (entre uno y diez años) y los T-bonds (más de diez años). También existen los bonos indexados a la inflación, conocidos como Treasury Inflation-Protected Securities (TIPS), que ajustan sus pagos en función de la evolución del nivel general de precios.
Cada bono tiene un valor nominal o principal, que es el monto que el gobierno devolverá al vencimiento. Además, ofrece un tipo de interés anual, o cupón, que se paga en fechas específicas, como puede ser semestralmente. Por ejemplo, si un bono tiene un valor de $1,000 y un cupón anual del 5%, el inversor recibirá $50 al año hasta el vencimiento. Por supuesto, cuanto más lejano es el vencimiento, mayores son los rendimientos que tendrá el bono.
Inicialmente, los bonos del Tesoro se emiten en subastas donde los compradores (principalmente bancos y grandes instituciones financieras) los adquieren directamente del gobierno. Posteriormente, estos bonos pueden ser comprados y vendidos en el mercado secundario. Es decir, cualquier inversor puede adquirir bonos ya existentes, lo que les permite ingresar o salir del mercado antes de que el bono venza.
En el mercado secundario, los precios de los bonos pueden fluctuar. Esto significa que se pueden vender por encima (prima) o por debajo (descuento) de su valor nominal. Por ejemplo, si un bono con un valor nominal de $1,000 y unos rendimientos anuales de $50 se vende en el mercado por $950, el nuevo comprador obtendrá un rendimiento superior al 5%, ya que sigue recibiendo $50 anuales por un precio de compra inferior.
Estas fluctuaciones se deben a factores como la inflación, las tasas de interés, la calificación crediticia del país y la oferta y demanda. La inflación reduce el valor real del dinero recibido (haciendo que, de manera efectiva, el bono valga menos), mientras que tasas de interés más altas hacen que los bonos existentes con rendimientos anuales más bajos sean menos atractivos. Cuando las tasas de interés suben, los nuevos bonos que se emiten ofrecen rendimientos más altos. Esto hace que los bonos existentes (que pagan un interés menor) pierdan atractivo, ya que los inversores preferirán los nuevos bonos con mayores beneficios. Para que los bonos antiguos sigan siendo competitivos, su precio en el mercado secundario baja, lo que ajusta su rendimiento al nivel de las nuevas tasas.
Además, el tiempo que queda hasta el vencimiento influye en su valor. Los bonos con vencimientos más largos pueden generar más pagos, pero también son más sensibles a cambios en las tasas de interés. Por otro lado, la estabilidad financiera del emisor, en este caso el gobierno estadounidense, es clave: aunque los bonos del Tesoro son considerados inversiones de bajo riesgo por estar respaldados por el Estado, una baja en su calificación crediticia puede afectar su atractivo. Normalmente, estos bonos se convierten en un refugio para los inversores en momentos de turbulencias económicas, pero eso parece haber cambiado.
¿Por qué son los responsables de la pausa arancelaria?
Bien, una vez hemos entendido cómo funcionan los bonos del tesoro estadounidense, la siguiente pregunta es ¿qué ha pasado con ellos para que Trump decidiera echarse atrás en su peripecia arancelaria?
Todo se remonta al martes 8 de abril, día en el que se celebró una subasta de bonos del Tesoro. Los aranceles habían entrado en vigor seis días antes (el famoso día de la liberación) y, en un principio, el mercado estaba actuando como se esperaba en momentos de incertidumbre: los inversores huyen de una bolsa problemática y se refugian en el siempre confiable mercado de bonos del Tesoro. En estos períodos, el precio de los bonos aumenta junto con su demanda y, consecuentemente, baja su rendimiento.
El 8 de abril, sin embargo, todo cambió. De repente, comenzó una venta masiva de bonos, que trajeron consigo una bajada del precio y un aumento de los rendimientos, algo que puso muy nervioso a los inversores y, sobre todo, al gobierno de Estados Unidos, que debe aumentar los intereses para poder vender enormes cantidades de su deuda.
Ese martes hubo una subasta de bonos del Tesoro con fecha de vencimiento a tres años, el tipo que es habitual que compren entidades financieras e inversores estatales. ¿Por qué concretamente los de 3 años? Básicamente, los bonos del Tesoro estadounidense a tres años son especialmente atractivos para inversores estatales y grandes entidades financieras por su equilibrio entre riesgo y rendimiento, ofreciendo mayor rentabilidad que los instrumentos a corto plazo, pero sin la volatilidad de los de largo plazo. Su alta liquidez y profundidad de mercado permiten operaciones eficientes y su uso como referencia en los mercados financieros refuerza su valor. También son ampliamente utilizados como colateral en operaciones financieras, aumentando aún más su utilidad estratégica.
La subasta fue verdaderamente mal. La falta de demanda obligó al gobierno de Estados Unidos a subir los intereses, aumentando la rentabilidad de los bonos. Esto no solo es malo porque les hace perder dinero, sino porque era una prueba clara de la pérdida de confianza en Estados Unidos.
¿Pero cuál fue el catalizador que hizo que esa subasta del 8 de abril no fuera como las demás? La respuesta corta es clara: Pekín parece tener buena parte de la culpa. Por un lado, China no compró enormes cantidades de bonos del Tesoro como se espera normalmente que haga. La duda está en si esta abstención fue motivada por las circunstancias del mercado o si, por el contrario, fue una estrategia del gobierno chino para desestabilizar a Estados Unidos en mitad de una guerra comercial. Por el otro, circulaba ese día el rumor de que China iba a tener que devaluar su moneda. Esto ya ha pasado otras veces y el gobierno chino buscó corregir esa tendencia a través de la venta de una gran cantidad de sus bonos del Tesoro estadounidenses.
Se produjo entonces un choque interno en la administración Trump: los más férreos defensores de los aranceles, como Peter Navarro, de repente se vieron en una posición débil y Scott Bessent (el secretario del Tesoro) la aprovechó. Bessent convenció a Trump del enorme peligro en el que estaba el mercado de bonos del Tesoro y como consecuencia de esto se estableció una pausa de 90 días a los aranceles justo 30 minutos tras la finalización de la subasta.
Conclusión
Trump ha pestañeado. El mercado de bonos del Tesoro no es algo que pueda ser ignorado o que simplemente pueda negarse tachándolo de “fake news”, es un verdadero termómetro. En un momento en el que el aislacionismo parece ser la prioridad en Washington, la interconectividad del mercado global ha probado, una vez más, ser un muro aparentemente infranqueable.
La ola arancelaria del “día de la liberación” pretendía ser una demostración del poder que tiene Estados Unidos y, sobre todo, su presidente. Más allá del resto de pormenores que han derivado de este nuevo capítulo en la segunda administración Trump, tal vez el más importante sea este: la ventana de tolerancia del dolor de Estados Unidos acaba donde comienza la estabilidad del mercado de bonos del Tesoro.
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