
Lo normal en un sistema de partidos europeo es contar con uno o dos partidos de izquierda, a lo sumo tres. De hecho, la receta clásica suele ser un partido socialdemócrata y otro más a la izquierda del primero. Alemania, sin embargo, se sale de la cuadrícula, pues el país cuenta con hasta cuatro formaciones de izquierdas (o al menos así se hacen llamar). De hecho, la creación de cada uno de estos partidos nos cuenta un pequeño capítulo de cómo ha evolucionado la izquierda en el continente. En este artículo, nos centramos en el tercer (Die Linke) y cuarto episodio (BSW), pues son un gran ejemplo de cómo ha evolucionado la competencia política y las últimas dinámicas en la izquierda.
Problemas en la izquierda
Die Linke, que literalmente se traduce como La Izquierda en alemán, fue fundada en 2007 a partir de varios partidos, convirtiéndose en una especie de faro ideológico para la izquierda europea. Si bien siempre ha obtenido un porcentaje de voto que podemos considerar humilde, los últimos años se le han hecho cuesta arriba. Con un gobierno gestionado por el centro-izquierda de Scholz, los verdes y los liberales, Alemania se ha estancado en términos económicos, el nivel de vida ha caído y el país ha respondido, como casi toda Europa, con una apuesta por el militarismo ante los desafíos geopolíticos. Frente a este escenario, una formación como Die Linke, que sería la única oposición de izquierdas al gobierno, debería estar frotándose las manos. Sin embargo, la realidad es otra.
El problema tiene nombre y apellido: Sahra Wagenknecht, antiguo miembro del partido. Hablamos de uno de los pesos pesados de la formación, pero que poco a poco se fue alejando del discurso oficial. La diputada y el partido estaban de acuerdo en el apartado económico, como cuando se han discutido los derechos laborales o los alquileres, pero el problema ha surgido al debatir de política cultural. La propia Wagenknecht escribió un libro titulado Los fariseos en el que argumenta que la izquierda se ha escudado en una especie de superioridad moral y que solo piensa en cuestiones culturales, ecologistas o feministas. En pocas palabras, criticaba a Die Linke y a la izquierda en general por haberse convertido en una izquierda liberal o woke, centrada en cuestiones culturales y que ha abandonado a la clase obrera.
En octubre de 2023, la diputada decide abandonar el partido y crear uno nuevo junto a nueve de sus colegas, el cual acabó llevando su nombre (literalmente). Esta nueva formación, que ya ha cosechado varios éxitos regionales, se hace etiquetar como “la izquierda conservadora”, siendo una especie de mezcla de políticas económicas de izquierdas, pero con una defensa conservadora en el apartado cultural (principalmente, contra la inmigración). El partido ha revolucionado la política alemana y ha desestabilizado no solo a los de Die Linke, sino también a la derecha radical de AfD (aunque estos últimos siguen disfrutando de unos buenos pronósticos). La competencia política ya se había complicado muchísimo tras la aparición de los partidos de derecha radical, pero la dinámica podría ser todavía más difícil de seguir si partidos como BSW se consolidan en el campo de batalla. Veamos a qué nos referimos.
Un nuevo rival
Tradicionalmente, la competencia entre partidos políticos ha sido bastante sencilla de seguir. Durante el siglo XX, llegar al poder era una carrera entre un partido de centroderecha y otro de centroizquierda, habiendo pocas ocasiones en las que un tercer partido (y de distinta ideología) tuviera algún tipo de relevancia. Sin embargo, durante los últimos años, un nuevo actor revolucionó la pelea y reconfiguró el campo de batalla. Hablamos de la derecha radical, una familia ideológica que apuesta buena parte de su programa electoral al nativismo, o, lo que es lo mismo, a un discurso antiinmigración. Más allá de esta dimensión política, la posición ideológica de la derecha radical suele ser más difusa. De hecho, su política económica ha cambiado con el paso de los años, pues cuando estos partidos nacieron, solían ofrecer una respuesta neoliberal a los retos económicos. Con el paso del tiempo, algunos miembros de esta familia han mantenido su postura económica, otros han cambiado radicalmente al apoyar el chauvinismo de bienestar (la defensa del intervencionismo estatal pero solo en beneficio de los ciudadanos nacionales) y otros, directamente, tratan de ocultar sus propuestas económicas y centrarse en las culturales.
La derecha radical ha desarrollado una nueva fórmula ideológica que le ha permitido competir tanto con la derecha tradicional como con la izquierda. Históricamente, los trabajadores industriales han respaldado a la izquierda por su política redistributiva, pero su giro hacia el multiculturalismo y las cuestiones identitarias ha fortalecido su vínculo con los profesionales socioliberales, generando cierto desencanto en su base obrera (aquí incluimos la visión de Wagenknecht). La derecha tradicional, por su parte, ha mantenido el apoyo de empresarios y élites gracias a su defensa del libre mercado. La derecha radical ha sabido explotar esta brecha: por un lado, ha atraído a pequeños empresarios (robándoselos a la derecha tradicional) combinando un discurso nacionalista con cierto liberalismo económico; por otro, ha conquistado parte del voto obrero (de la izquierda) mediante proclamas nativistas, a pesar de posibles discrepancias en materia económica.
Por si no te has dado cuenta, esta historia es parecida a las críticas de Sahra Wagenknecht contra Die Linke y la izquierda en general. También parece el fundamento sobre el cual ha construido su partido, que vendría a ser una izquierda (por su defensa del intervencionismo económico), pero conservadora (por su posición sobre la inmigración, entre otros). La pregunta que queda por resolver es cómo ha quedado el resto de fuerzas de izquierda tras la aparición de este partido, especialmente Die Linke.
¿Solo puede quedar uno?
¿Hay espacio para cuatro izquierdas? Esta es la pregunta que no solo se hacen en Alemania, sino posiblemente en cualquier centro de análisis político. Por un lado, es muy difícil pensar en la desaparición del SPD o los Verdes, dado que son partidos consolidados en la arena política, además de que disfrutan de cierto electorado leal (incluso a pesar de la caída libre desde que están en el gobierno). La competencia parece más clara, de nuevo, entre Die Linke y BSW. Lo curioso es que la salida de Wagenknecht ha permitido que el primero se haya redefinido. Durante los años en los que Wagenknecht estaba en el partido, existían ciertas contradicciones que iban más allá del roce entre facciones. Tras su marcha, el partido ha reforzado su base social y ha tratado de reconectar con su electorado tradicional, además de haber clarificado su identidad política. El partido ha intensificado su apuesta por las cuestiones sociales y, de hecho, Wagenknecht y su partido le sirven como el contraejemplo perfecto. El escenario alemán está repleto de partidos escépticos frente a la inmigración. A los conservadores de CDU (que muchos ya reniegan de Merkel) y a AfD, sumamos no solo a los de Wagenknecht, sino que incluso los socialistas han adoptado una postura más escéptica y han comenzado a hablar de seguridad o control de fronteras. Para todo aquel contrario a esta perspectiva, ahora Die Linke brilla con más luz.
La competencia sigue siendo extrema y algunas elecciones regionales ya han mostrado cuál es el patrón de voto a BSW, que se nutre principalmente de antiguos votantes del SPD y de Die Linke, no tanto de AfD
Sin embargo, tampoco está tan claro que vaya a haber un final feliz para el partido. La competencia sigue siendo extrema y algunas elecciones regionales ya han mostrado cuál es el patrón de voto a BSW, que se nutre principalmente de antiguos votantes del SPD y de Die Linke, no tanto de AfD (aunque siga siendo un porcentaje considerable). De todas formas, los de BSW se han desinflado en los últimos meses. Los analistas apuntan a cierto descontento con la dirección del partido y, aunque han comenzado a participar en algunos gobiernos, su entrada también ha desilusionado a algunos votantes, que veían al partido como el último azote de la política tradicional. En las encuestas, tanto Die Linke como BSW pelean por alcanzar el 5% de los votos, la barrera electoral que decide si consiguen o no representación parlamentaria (aunque también es posible mediante la victoria en tres distritos electorales, algo común para Die Linke). En este pelea cara a cara, está por ver si finalmente estamos ante dos partidos distintos y que representan a un votante diferente o si, por otro lado, solo puede quedar uno.