
El FDP, o Partido Democrático Libre, nace en 1948, siendo el partido que más veces ha estado presente en el gobierno alemán. Es muy importante aquí la expresión “estar presente”, ya que nunca ha sido el socio mayoritario, por lo que es considerado como el partido bisagra por excelencia.
Sus resultados electorales han sido bastante irregulares, llegando a conseguir en 2009 el 14,6%, pero en otras ocasiones como en 2013 quedándose sin representación parlamentaria al no alcanzar el 5% del voto ni obtener tres representaciones directas en diferentes Lander, una de las cuales es obligatoria para poder enviar diputados al Bundestag. Todo parece apuntar a que en las elecciones de este 23 de febrero también se quedarán fuera.
La historia que vamos a contar hoy es la de como se ha llegado a esta caída. La política en muchas ocasiones está compuesta de jugadas, de tiras y aflojas que, si la situación lo requiere, pueden ser bautizadas como “maquiavélicas”. Pues bien, el revés propiciado por el FDP, que llevó al colapso de la coalición con Scholz y a esta convocatoria electoral adelantada, sería más adecuado denominarlo como “shakespeariano” por su carga dramática.
1. Romper o no romper, esa es la cuestión.
Toda gran obra necesita un protagonista, y el nuestro es Christian Lindner, el actual líder del FDP. Lindner ostentaba, además, el título de ministro de economía en el ejecutivo de la coalición tripartita, una posición aparentemente cómoda para poder sacar adelante políticas económicas liberales con las que contentar a la decreciente base de su partido.
Sin embargo, el término comodidad no podía estar más lejos de la realidad, y es que hay quien opina que estar en el gobierno con Scholz era más un castigo que una bendición para el partido de Lindner, el cual acuñó la frase “Mejor no gobernar que gobernar mal” durante sus negociaciones con Angela Merkel para formar parte de la coalición de gobierno en 2017. Los choques con los verdes, por otro lado, se veían venir desde el prólogo de la legislatura.
El FDP, además, lleva ya años combatiendo una división interna entre el ala liberal “contemporánea” y el ala liberal “clásica”. Los primeros, que comenzaron a tener presencia en el partido en los 90 cuando este se acercó a posturas de corte más social, han sacado adelante iniciativas como la “ley de autodeterminación” que busca proteger a las personas trans. Los segundos, en los que ubicamos a Lindner, creen que lo prioritario para Alemania es una reforma económica integral. Los referentes citados por Lindner para esta son Javier Milei y Elon Musk, aunque posteriormente se desmarcó de esta declaración.
Los miembros y las bases del partido, divididos en sus opiniones, no conseguían ponerse de acuerdo ni siquiera sobre si debían seguir o no en el gobierno de coalición. En una consulta realizada en 2023, el 52% votó por mantener a FDP como parte del ejecutivo, mostrando una fractura del partido. Con unos números tan ajustados y viendo como su propio liderazgo era cuestionado casi a diario, Lindner llegó al acto en la obra en el que es necesario actuar.
2. La tempestad
Y, efectivamente actuó. La ruptura de la coalición semáforo comenzó por una serie de discrepancias sobre la política económica del país, concretamente sobre el freno de la deuda. Christian Lindner presentó un documento titulado “Giro económico en Alemania” e insistió en que tanto socialdemócratas como ecologistas debían escucharle y sacar adelante unas medidas que consideraba imprescindibles para rescatar a una Alemania que en 2024 volvió a ver como su PIB se reducía.
Esta parecía ser la confrontación final que sería en última instancia el final del tripartito. Sin embargo, había aún una última sorpresa entre las hondas y flechas que asolaban a la coalición de gobierno.
Y es que lo que verdaderamente fue el último clavo sobre el ataúd fue la llamada “operación Día D”. Este es un documento de 8 páginas redactado por el FDP a finales de septiembre, el cual describe un plan de acción para romper el gobierno a principios de noviembre orquestando una serie de peleas públicas que, culminando en la separación final, asegurarían la supervivencia del partido en una nueva convocatoria electoral. Cuando esto salió a la luz, Scholz destituyó a Christian Lindner y a otros dos ministros liberales poniendo fin a una coalición de gobierno que llevaba tiempo agonizando.
3. La copa envenenada.
Las habilidades dramatúrgicas de Lindner son innegables, ¿quién podría resistirse a una historia de conflicto en la que el protagonista acaba renunciando al poder por sus ideales, poniendo a su país por delante de sus intereses personales? El problema del teatro es que todo el mundo debe conocer bien su papel. Que la función salga perfecta es complicado y a nadie le gusta mirar entre bambalinas.
Que se conocieran los detalles de la “operación Día D” ha sido catastrófico para un partido que, como ya hemos expuesto, tampoco estaba en su mejor momento. Las encuestas sitúan a FDP con un porcentaje del voto por debajo del 4%, que los dejaría fuera del gobierno. Esto no es nuevo para el partido que ha atravesado otros períodos de exilio y ha sabido reconstruirse. Sin embargo, esta vez, por todo lo que hemos descrito, puede ser diferente.
Christian Lindner, como el rey Claudio al final de Hamlet, parece haber confiado demasiado en su conspiración y el 23 de febrero se encontrará en el suelo, atravesado por la espada envenenada de sus propias ambiciones.