
En los últimos años, el panorama político europeo ha experimentado una transformación profunda. Los partidos tradicionales, que durante décadas estructuraron la competencia política, están perdiendo su hegemonía frente a la irrupción de nuevas formaciones que desafían el statu quo. Como vimos en un artículo anterior, parte del éxito de estos nuevos partidos se debe a que diversos cambios socioeconómicos en el electorado han generado nuevas demandas a las que los partidos tradicionales no han sabido dar respuestas satisfactorias. Pero esto es solo una parte de la historia.
Para comprender el auge de los nuevos partidos, es fundamental analizar a estos actores como auténticos emprendedores, que han sido capaces de innovar en la forma de hacer campaña, movilizar votantes y posicionarse en el espectro político. Su éxito no es casualidad ni responde únicamente a la crisis de los partidos tradicionales, sino que es el resultado de estrategias específicas que les han permitido ganar terreno. Pero, ¿qué factores explican su irrupción? ¿Cómo logran diferenciarse de los partidos tradicionales y consolidar su apoyo electoral?
Su éxito no es casualidad ni responde únicamente a la crisis de los partidos tradicionales, sino que es el resultado de estrategias específicas que les han permitido ganar terreno
¿Qué son los emprendedores políticos?
Los emprendedores políticos son actores que introducen innovaciones en la competencia electoral, desafiando las estructuras establecidas y transformando la dinámica del sistema de partidos. Estos actores no solo buscan captar apoyo electoral, sino que también intentan reconfigurar la agenda política, atraer nuevos votantes y modificar las reglas del juego institucional. Aunque el concepto no se limita a los nuevos partidos, estos suelen tener más incentivos para innovar.
Los nuevos partidos tienen difícil obtener un papel dominante en el gobierno. Estos actúan en un entorno dominado por los partidos tradicionales, los cuales tienen ventajas significativas en términos de acceso a financiación, redes clientelares, cobertura mediática y poseen mucha más experiencia en la gestión del poder.
Dado que los recursos políticos y electorales están concentrados en los partidos tradicionales, los nuevos partidos no pueden competir en igualdad de condiciones. A menudo tienen dificultades para acceder al gobierno, ya sea por su tamaño, su negativa a hacer concesiones o su percepción como radicales. Como consecuencia, para destacar, deben recurrir a estrategias alternativas.
Los pilares del su éxito
Los emprendedores políticos han demostrado una capacidad excepcional para identificar oportunidades en el electorado y aprovecharlas con estrategias innovadoras. Pero, ¿cuáles son sus principales estrategias?
Una de las claves de su éxito radica en su habilidad para modificar la agenda pública introduciendo temáticas que antes eran marginales o ignoradas por los partidos tradicionales. Suelen ser, además, temas de gran apropiabilidad, que trascienden la clásica división entre izquierda y derecha. Buenos ejemplos de ellos son el cambio climático y la inmigración. La flexibilidad de estos asuntos permite que sean reivindicados por distintos actores políticos desde perspectivas diversas, ampliando su alcance electoral.
La oposición al establishment también es una característica esencial de los emprendedores políticos. Estos partidos se presentan como alternativas a las estructuras de poder tradicionales, apelando al descontento con las élites políticas y económicas. Esta estrategia les permite conectar con votantes desencantados y canalizar su frustración en apoyo electoral. La idea de ser “políticos de fuera del sistema”, aunque no siempre sea cierta, refuerza su atractivo. Ejemplos de esta estrategia incluyen partidos desde el Frente Nacional en Francia (hoy Agrupación Nacional) y Alternativa por Alemania (AfD), hasta Syriza en Grecia y Podemos en España.
Otro factor crucial es la manera en que estos partidos han innovado en la comunicación política. A diferencia de los partidos tradicionales, que han dependido durante décadas de los medios de comunicación convencionales, los emprendedores políticos han sabido explotar el potencial de las redes sociales para conectar directamente con los ciudadanos. Plataformas como Twitter, Facebook y TikTok han permitido la difusión de mensajes simples, directos y altamente emocionales, capaces de movilizar a distintos sectores de la sociedad. Ejemplos hay muchos, pero destacan recientemente la campaña de Calin Georgescu en las últimas elecciones presidenciales de Rumanía o la campaña de Die Linke en las pasadas elecciones federales en Alemania.
Más allá de la comunicación y la agenda, los emprendedores políticos también se diferencian por su flexibilidad organizativa. Mientras que los partidos tradicionales están sujetos a estructuras burocráticas y reglas internas que pueden limitar su capacidad de adaptación, los nuevos partidos suelen ser organizaciones más ágiles y centralizadas en el liderazgo. Esto les permite reaccionar rápidamente a los cambios políticos y ajustar sus estrategias según las circunstancias.
Las tres olas de los emprendedores políticos
Ahora bien, no debemos olvidar que los emprendedores políticos no son algo nuevo. A lo largo del último siglo, Europa ha experimentado tres grandes olas de emprendedores políticos, cada una de ellas marcada por la emergencia de nuevas fuerzas políticas que desafiaron el orden establecido y transformaron la dinámica electoral. Estas olas ilustran cómo distintos tipos de partidos han logrado irrumpir en la competencia política mediante estrategias innovadoras.
La primera ola de emprendedores políticos estuvo protagonizada por los partidos socialdemócratas, que surgieron a finales del siglo XIX y principios del XX como una respuesta al dominio de los partidos liberales, conservadores y cristianodemócratas. En sus inicios, estos partidos movilizaron a la clase trabajadora a través de un discurso centrado en la justicia social, el sufragio universal y el fortalecimiento del Estado de bienestar. Aunque comenzaron como actores marginales y frecuentemente enfrentaron resistencia por parte de las élites políticas, con el tiempo lograron consolidarse y convertirse en partidos dominantes en muchos países europeos.
La segunda ola tuvo lugar en los años 70 y 80, con el auge de los partidos verdes y de la nueva izquierda. Estos partidos surgieron en un contexto de creciente preocupación por el medio ambiente, los derechos civiles y la participación democrática. En lugar de articularse en torno a la clásica división izquierda-derecha, los partidos verdes promovieron una agenda basada en valores posmaterialistas, como la sostenibilidad y la democracia directa. Aunque inicialmente fueron considerados fuerzas políticas marginales, con el tiempo consiguieron influencia y, en algunos casos, lograron integrarse en coaliciones de gobierno como en Alemania, Austria o Irlanda.
La tercera ola de emprendedores políticos es la de los partidos populistas de derecha, que han ganado fuerza desde los años 90 hasta la actualidad. Estas formaciones han explotado el descontento con la globalización, la inmigración y las instituciones supranacionales, posicionándose como defensores de la soberanía nacional y el orden tradicional. Han adoptado un discurso antiélite y han logrado captar el voto de sectores sociales que se sienten desplazados por los cambios económicos y culturales de las últimas décadas. A diferencia de los partidos de las olas anteriores, muchos de estos partidos han enfrentado una mayor resistencia por parte de los partidos tradicionales, aunque han conseguido transformar los debates políticos y condicionar la agenda de gobierno en varios países.
Estas tres olas reflejan la evolución de la competencia política en Europa y demuestran que los emprendedores políticos han sido una constante en la historia electoral del continente, desafiando periódicamente el dominio de las formaciones tradicionales mediante estrategias de innovación y movilización.
Impacto en el sistema político
Como consecuencia, el ascenso de los emprendedores políticos ha generado una mayor fragmentación en los sistemas de partidos europeos. En muchos países, el bipartidismo ha dado paso a estructuras más complejas, en las que la necesidad de coaliciones y pactos se ha vuelto cada vez más frecuente. Tal es el caso de España, donde el bipartidismo ha dado paso a una situación de “bibloquismo” o el de Francia, donde el colapso de los dos partidos tradicionales ha dejado un sistema muy fragmentado.
Este fenómeno también ha obligado a los partidos tradicionales a modificar sus estrategias, ya sea adoptando parte de la agenda de los nuevos actores o endureciendo su posición en ciertos temas para evitar la fuga de votantes. Buen ejemplo de ello se encuentra en el tema de la inmigración donde partidos democristianos (e incluso algún socialdemócrata) han endurecido su posición para no perder terreno ante los nuevos partidos de derecha populista.
¿Son sostenibles estas estrategias en el tiempo?
A pesar de su éxito inicial, muchos de estos partidos enfrentan el desafío de mantenerse en el poder sin perder su identidad de «outsiders». Una vez que acceden al gobierno, deben lidiar con la realidad de la administración pública y, en muchos casos, hacer concesiones que pueden desilusionar a su base electoral. Es lo que ha ocurrido con partidos como Syriza en Grecia o el Movimiento 5 Estrellas en Italia, que tras alcanzar el poder han visto erosionado su apoyo popular.
Por otro lado, los partidos tradicionales aún tienen margen para recuperar terreno si logran renovar su liderazgo, actualizar su mensaje y adaptarse a las nuevas demandas sociales. La política sigue siendo un campo de constante transformación, donde las estrategias exitosas de hoy pueden quedar obsoletas mañana.
Conclusión: un nuevo tablero de juego político
El auge de los emprendedores políticos no es un fenómeno pasajero. A medida que las sociedades europeas cambian, los nuevos actores políticos seguirán surgiendo y desafiando el orden establecido. Las estrategias que hoy les han permitido captar votos y transformar el debate público seguirán evolucionando, y los partidos tradicionales deberán responder con creatividad e innovación si quieren seguir siendo relevantes en el nuevo tablero político.