La transformación de Podemos ha sido objeto de infinitos análisis, muchos de ellos muy interesantes y llenos de matices. Uno de estos análisis propondría que debemos hablar del partido de Ione Belarra como un partido jacobino. Evidentemente, no se hace alusión a las afinidades de Podemos por Robespierre y los sans-culottes, sino a su vocación de izquierdas y supuestamente centralista. 

La idea que se lanza es la siguiente: los de Irene Montero han perdido el interés en promover una agenda descentralizadora y plurinacional. Es decir, hoy Podemos sería un partido que se opone frontalmente al autogobierno de regiones como País Vasco o Cataluña y de alguna manera negaría el estatus de las Comunidades Autónomas. Se ha dicho, incluso, que el Podemos actual es la izquierda más centralista en la historia de la democracia española. 

Esta redefinición de Podemos, el partido que en su día lideró a la izquierda por delante del PSOE, lleva un tiempo cultivándose en determinados espacios y merece un análisis serio. Por lo tanto, hay que preguntarse: ¿es Podemos un partido jacobino?

España, una anomalía política

Lo primero que hay que decir a este respecto es que España funciona, como en otros casos, al contrario de lo que vemos en el resto de Europa o América. Por diversas razones históricas, España tiene los ejes económicos y culturales solapados, con una tendencia más fuerte hoy que hace unos años. En consecuencia, para el caso español se ve que la izquierda (económica) está solapada con movimientos descentralizadores, mientras que la derecha (económica) es defensora de un sistema centralizado.

Este escenario, como digo, es radicalmente contrario al que encontramos en la infinita mayoría de países europeos, que además crea situaciones atípicas pero curiosas. Por ejemplo, todos nos acordamos de aquella foto de Matteo Salvini con una camiseta que incluía la estelada catalana y la ikurriña vasca. Esto no llamaría la atención si Salvini no fuese amigo de Santiago Abascal y miembro del mismo eurogrupo (Patriots). 

Matteo Salvini, líder de Lega y parte del gobierno derechista de Giorgia Meloni (fuente: Los Replicantes)

Otro ejemplo claro lo tenemos de nuevo en Patriots. Dentro de este grupo tenemos también al partido nacionalista flamenco Vlaams Belang, que es el mismo partido que ha brindado al líder independentista Carles Puigdemont todas las facilidades y apoyo desde la llegada del catalán a Waterloo. 

Al otro lado del charco, el contexto es muy parecido. Javier Milei jugueteó con la idea de establecer la independencia de Buenos Aires con respecto al resto de Argentina para salvar la economía de la parte próspera del país. Frente a estos ejemplos, basta con mirar a las izquierdas en esos mismos Estados. Si bien a lo largo de las últimas décadas la tendencia descentralizadora ha sido común a todos los países occidentales, es normalmente la izquierda la que apuesta más por la centralidad de los recursos.

La ruptura con Sumar y el instinto de supervivencia

Por todas estas razones, España es una anomalía manifiesta en la que difícilmente caben experimentos. Que Podemos fuese efectivamente un partido centralista rompería los moldes en los que se consolida el sistema de partidos español. De hecho, esta Legislatura ha nacido y se mantiene en pie no porque haya una mayoría de partidos de izquierdas en el congreso, sino porque hay una mayoría de partidos a favor de cierto grado de descentralización. Por supuesto que Junts o ERC van a querer que esta balanza se desplace mucho más de lo que quiere el PSOE, pero la mayoría se sustenta en este hecho y no en otro.

Un argumento para asociar a Podemos con el jacobinismo es su oposición al traspaso de competencias, como ocurrió con el acuerdo entre PSOE y Junts sobre Cataluña. En este caso, el pacto de migración proponía el traspaso de competencias migratorias a Cataluña. Dicho acuerdo también incluía la distribución de 4.000 menores migrantes, de los cuales el 1% sería destinado a Cataluña. Es decir, Junts negoció para que la proporción de migrantes que llegase a Cataluña fuese irrisoria.

Podemos se opuso a este acuerdo, alegando que era un “pacto racista” que apuntaba a limitar la entrada de migrantes a España (y Cataluña). Lo normal sería pensar que un partido centralista no necesitaría recurrir a una visión alternativa del tratamiento de las fronteras y, por tanto, tendría que al menos destacar que no quiere hacer concesiones desde el Estado central. Básicamente, necesitaría exponer algunos de los argumentos que dio VOX ante esta misma noticia; Ignacio Garriga señaló por entonces el desmantelamiento del Estado y un ataque a la unidad nacional.

Uno podría aquí decir que, bueno, la justificación de Podemos puede ser una u otra, pero en la práctica estaban en contra. Podría pensarse que esta respuesta, que no pone el foco en la cesión de competencias en sí, busca mantener el velo de que son un partido simbólicamente proclive a esta visión plurinacional. Sin embargo, para responder a esto bastaría con repasar las escasas leyes aprobadas en el Congreso durante esta Legislatura.

Sin los votos de la formación supuestamente jacobina, la amnistía nunca se hubiese producido. ¿Por qué habría de defender un partido centralista la amnistía de los responsables políticos del proyecto independentista catalán? No parece tener mucho sentido, a no ser que creamos que Podemos votó a favor para amnistiar a los policías del Piolín de Zoido. 

El caso de la amnistía es similar al de la condonación de la deuda a las comunidades autónomas. Un total de 83.252 millones de euros que el Estado central dejará de ingresar por perdonarlo a las entidades infraestatales. Aquí, además, ni siquiera podemos pensar en el beneficio del propio partido, que no cuenta ya con ningún puesto en ningún gobierno autonómico. 

Si no es jacobino, ¿qué es?

Es muy complicado sostener que dos leyes críticas aprobadas en esta legislatura y que de facto aceptan parte del relato independentista y el ensanchamiento del poder de las Comunidades Autónomas han sido aprobadas gracias a un partido centralista. Por comparar, uno podría leer qué dijo Izquierda Española sobre estas dos leyes, que es el único partido en España autodenominado como jacobino. Eso sí, por el momento, su receta les ha llevado al fracaso en las pasadas elecciones europeas. Un síntoma más de que el sistema de partidos español y los experimentos no se llevan bien.

En conclusión, me parece claro que Podemos no es un partido centralista ni lo ha sido nunca. Ya en 2017 fue el único partido de ámbito estatal (en aquel momento bajo Unidas Podemos) que se opuso a la aplicación del 155 a través de la famosa carta de Pablo Iglesias. Aunque parece que su discurso ha cambiado bastante desde entonces, la hipótesis del centralismo es absolutamente insostenible. Hay que pensar en una hipótesis alternativa

Fijándonos en el eje territorial, vemos que este moviliza cada vez menos, incluso en Cataluña o País Vasco. Después de años de concesiones y acuerdos que han llevado a un mayor grado de descentralización, pero también al enfriamiento de las pretensiones separatistas, quizá la estrategia electoral se ha empezado a pensar de otra forma. Además, la competencia en la izquierda también se ha transformado enormemente: el PSOE que en su día apoyó el 155, se desplaza hoy a Suiza a pactar con Puigdemont y además existe Sumar.

En este contexto en el que Podemos considera que no le debe nada a nadie y que han sido excluidos por los partidos que conforman el Consejo de Ministros, su grado de oposición marcará las posibilidades de sobrevivir al siguiente ciclo político. Entonces, debemos entender su nuevo posicionamiento (o más bien su discurso) no como un viraje ideológico en el eje territorial, sino como la expresión de un partido que necesita decir que “no” para que mañana las urnas le digan “sí”. Sus ideas, en último término, son iguales o muy parecidas a las de años atrás.

Finalmente, señalar que para ser considerado centralista en uno de los países más descentralizados del mundo no debe bastar con negar más concesiones a las CCAA, sino que habría que hablar de recentralizar competencias. En el último programa electoral de Podemos no se habla de recentralizar (ni en este ni en ninguno), pero sí de promover el gallego, el catalán y el euskera como lenguas oficiales de la UE.

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por Jorge de Diego Hurtado

Como decía Paul Newman, graduado magna cum lager. Analista político y electoral. Comportamiento electoral, geopolítica y cine si me dejan. Hoy en Bruselas, mañana no lo sé

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