Pese a que la sucesión en el Vaticano, la invasión rusa de Ucrania o el apagón energético copan los titulares, hay un conflicto que afecta a más millones de personas que todas las cuestiones anteriores: el conflicto por Cachemira. ​El enfrentamiento entre India y Pakistán por Cachemira ha alcanzado su punto más crítico desde 2019.

Concretamente, hablamos de un atentado llevado a cabo el 22 de abril en Pahalgam, la Cachemira india, que dejó 26 muertos, en su mayoría turistas hindúes. Testigos relataron que los atacantes, que se hacían pasar por locales, preguntaban la religión de las víctimas antes de disparar. El grupo militante Frente de Resistencia (TRF) reivindicó el ataque, aunque India acusa a Pakistán de respaldar a estos insurgentes, lo que Islamabad (capital de Pakistán) niega rotundamente.​

En respuesta, el primer ministro indio, Narendra Modi, otorgó «libertad operativa total» a las fuerzas armadas para tomar represalias, prometiendo un castigo «inimaginable». India también suspendió el Tratado de Aguas del Indo, cerró fronteras y expulsó diplomáticos paquistaníes. Pakistán, por su parte, cerró su espacio aéreo a vuelos indios, suspendió el Acuerdo de Shimla y expulsó a ciudadanos indios.

El gobierno paquistaní afirmó tener «información creíble» de que India planeaba una acción militar en las próximas 24 a 36 horas y advirtió que respondería con firmeza ante cualquier agresión, incluso insinuando la posibilidad de una respuesta nuclear si su seguridad nacional se ve amenazada. Desde entonces, la escalada militar se ha ido agravando, con intercambios de fuero en la Línea de Control o la prueba de misiles balísticos. Mientras tanto, en Cachemira, las fuerzas indias han intensificado las operaciones de seguridad, con detenciones masivas y demolición de viviendas de sospechosos, lo que ha generado temor entre la población local.

La comunidad internacional, incluyendo a Estados Unidos y la ONU, ha instado a ambas naciones a evitar una escalada que podría tener consecuencias catastróficas, dada su condición de potencias nucleares. El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, planea comunicarse con los ministros de Exteriores de ambos países para promover la distensión. Pese a todo, la situación sigue siendo extremadamente volátil, con una creciente preocupación por una posible confrontación militar directa.


Cachemira: la zona en disputa


El de Cachemira es uno de los conflictos más antiguos y peligrosos del mundo, con raíces que se remontan a la partición del subcontinente indio en 1947. Cuando el Imperio británico se retiró, creó dos naciones independientes: India (de mayoría hindú) y Pakistán (de mayoría musulmana). En ese momento, Cachemira era un principado gobernado por un maharajá hindú, Hari Singh, aunque la mayoría de su población era musulmana. El maharajá inicialmente trató de mantener la independencia, pero ante una invasión de tribus respaldadas por Pakistán, pidió ayuda militar a India y accedió a la anexión mediante un acuerdo conocido como el “Instrumento de Adhesión”.

Este hecho desató la Primera Guerra Indo-Pakistaní (1947–1948), que concluyó con un alto al fuego mediado por la ONU y la creación de la conocida Línea de Control, dividiendo la región en dos partes: una administrada por India (Jammu y Cachemira) y otra por Pakistán (Azad Cachemira y Gilgit-Baltistán). Sin embargo, ambos países reclaman la totalidad del territorio.

Mapa de Cachemira. Fuente: BBC


Desde entonces, Cachemira ha sido un foco constante de tensión, motivando tres guerras más (1965, 1971, 1999) y múltiples escaramuzas fronterizas, debido a que Pakistán sostiene que Cachemira debe formar parte de su territorio debido a su mayoría musulmana, mientras que India defiende su control basándose en el acuerdo de 1947 y acusa a Pakistán de apoyar el terrorismo transfronterizo. El conflicto se agravó en 2019, cuando India revocó el estatus especial de Jammu y Cachemira (artículo 370), eliminando su autonomía. Esta medida fue vista por Pakistán como una provocación y desde entonces las tensiones han aumentado, con frecuentes enfrentamientos armados, atentados, y represión militar.

Cachemira no solo es importante por razones religiosas y territoriales, sino también por su valor estratégico y recursos naturales, especialmente agua. El río Indo, vital para ambos países, nace en esta región. Además, el control del área influye en el equilibrio militar y geopolítico del sur de Asia.


Los actores: India y Pakistán


Pese a ser vecinos y lograr la independencia de la misma potencia colonial (siendo el enemigo común) en 1947, India y Pakistán han seguido trayectorias marcadamente distintas, tanto en lo político como en lo socioeconómico.

India, la democracia (con sus vaivenes) más grande del mundo (1.438 millones de habitantes en 2023), adoptó un modelo secular y parlamentario. Su Constitución garantiza la libertad religiosa y ha intentado mantener un equilibrio entre sus múltiples etnias, lenguas y religiones, aunque con desafíos crecientes en los últimos años. La mayoría de su población es hindú (alrededor del 80%), pero alberga una de las mayores poblaciones musulmanas del mundo (casi 200 millones).

India ha logrado un crecimiento económico significativo, especialmente desde la liberalización de su economía en los años 90. Es hoy una potencia emergente, con sectores tecnológicos, farmacéuticos y de servicios en expansión, aunque aún arrastra desigualdades severas, pobreza rural y conflictos sociales.

Aunque no tan grande, Pakistán, con 247.5 millones de habitantes en 2024, es el quinto país más poblado del mundo. Su realidad está profundamente marcada por su geografía, especialmente por su vecindad con Afganistán, un país con décadas de conflicto, guerras civiles e intervención extranjera. Esta proximidad ha influido decisivamente en su política interna y exterior, afectando su estabilidad y reputación internacional.

Desde la invasión soviética a Afganistán en 1979, Pakistán se convirtió en un aliado clave de Estados Unidos y Arabia Saudita en la guerra contra los soviéticos, facilitando armas, entrenamiento y refugio a los muyahidines afganos. Este papel impulsó la creación y expansión de redes islamistas, como el grupo Haqqani y posteriormente los talibanes. Durante esta época, los servicios de inteligencia paquistaníes (ISI) establecieron lazos con estos grupos, que consideraban instrumentos estratégicos para influir en Afganistán y contener la presencia india en la región.

La caída del régimen talibán tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la intervención estadounidense intensificaron la presión internacional sobre Pakistán, acusado de doble juego: por un lado, colaboraba con Washington en la lucha contra el terrorismo; por otro, albergaba y protegía a figuras clave de Al Qaeda y los talibanes, como el propio Osama bin Laden, hallado y abatido en Abbottabad en 2011.

Este papel ambivalente ha tenido múltiples efectos. En lo interno, ha alimentado una violencia endémica: los grupos extremistas, como Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP), han atentado contra escuelas, mezquitas y fuerzas de seguridad, causando miles de muertos. La sociedad pakistaní ha sufrido una profunda inseguridad, desplazamientos masivos y una radicalización progresiva, especialmente en las zonas tribales fronterizas. 

A nivel económico, el terrorismo y la inestabilidad han espantado inversiones y deteriorado la infraestructura. Pakistán ha dependido de préstamos del FMI y ayuda de China y Estados Unidos, pero sigue atrapado en ciclos de deuda, inflación y pobreza. Además, esta situación ha deteriorado sus relaciones internacionales, especialmente con India, que acusa a Islamabad de fomentar el terrorismo transfronterizo en Cachemira. Incluso países occidentales han condicionado su cooperación a cambios en la política antiterrorista.

Esto no ha impedido que Pakistán posea un ejército muy influyente en la política interna. Los militares no solo han gobernado directamente durante décadas, sino que también mantienen un rol determinante en la formulación de la política exterior, especialmente respecto a India y, concretamente, Cachemira. Pakistán ha invertido grandes recursos en su aparato militar y su doctrina incluye la posibilidad de usar armas nucleares como defensa ante una agresión convencional india. Por su parte, India también tiene un ejército poderoso y profesional, con un enfoque estratégico que busca la superioridad regional. Ambos países poseen armas nucleares, lo que convierte cualquier conflicto entre ellos en una amenaza global.

En la actualidad, los líderes de ambos países reflejan sus prioridades nacionales y sus visiones del conflicto. En India, el primer ministro Narendra Modi lidera un gobierno nacionalista hindú (Bharatiya Janata Party, BJP), cuyo discurso se ha centrado en endurecer el enfoque hacia Cachemira y ha promovido una identidad nacional centrada en el hinduismo. Su decisión en 2019 de eliminar el estatus especial de Jammu y Cachemira fue ampliamente apoyada popularme, aunque generó críticas internacionales por la represión y los derechos humanos en la región. Modi ve a Pakistán como un estado que apoya el terrorismo y ha reforzado la idea de una India fuerte, unida y autosuficiente.

En Pakistán, el liderazgo civil es más débil. El actual primer ministro, Shehbaz Sharif (tras el derrocamiento de Imran Khan y los disturbios de 2023), gobierna en coalición y con un margen político estrecho, mientras que los militares siguen teniendo un papel dominante. En el discurso oficial, la cuestión de Cachemira sigue siendo una causa nacional: Pakistán denuncia violaciones de derechos humanos por parte de India y se presenta como defensor de los derechos de los musulmanes cachemires.


El conflicto desde el exterior


El conflicto de Cachemira entre India y Pakistán ha generado una creciente preocupación internacional debido al riesgo de una escalada militar entre dos potencias nucleares. Tras el atentado en Pahalgam, India acusó a Pakistán de respaldar a los insurgentes, mientras que Pakistán negó las acusaciones y ofreció una investigación internacional neutral.​ En este sentido, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, expresó su profunda preocupación por el aumento de las hostilidades y ofreció los buenos oficios de la ONU para apoyar los esfuerzos de desescalada.​

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, condenó enérgicamente el atentado y expresó su solidaridad con las víctimas. La UE ha hecho un llamado a la moderación y al diálogo entre ambas partes. Por su parte, el Secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, anunció su intención de comunicarse con los ministros de Exteriores de India y Pakistán para promover la desescalada, aunque en el momento de la redacción de este artículo no se ha conocido ninguna noticia al respecto.

Aun con una influencia menguante, el Reino Unido ha expresado una opinión similar y ha instado a las comunidades indias y pakistaníes residentes en su país a mantener la calma. Tanto China como Rusia han expresado su preocupación por la escalada. Rusia ha ofrecido mediar en el conflicto, mientras que China, aliada de Pakistán y con intereses en la región, ha instado a la calma y al respeto de los acuerdos internacionales.


Riesgo de escalada militar y nuclear.


Sea como fuere, el riesgo de escalada regional es elevado. Así, analistas militares indios consideran que una guerra a gran escala es improbable, pero advierten sobre el riesgo de una escalada no intencionada debido a acciones militares limitadas. Pakistán ha declarado tener «información creíble» de que India planea una acción militar inminente y ha advertido que responderá con firmeza, incluso insinuando la posibilidad de una respuesta nuclear si su seguridad nacional se ve amenazada.​

Ambos países poseen arsenales nucleares y doctrinas diferentes: India mantiene una política de «no primer uso», mientras que Pakistán no descarta el uso preventivo en caso de amenazas existenciales.​

Y en un escenario internacional altamente volátil, en el que las prioridades y los cisnes negros están apareciendo y evolucionando rápidamente, el conflicto de Cachemira está llamado a ser uno de los puntos calientes más influyentes en todo el planeta. 

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Un comentario en «Guía para entender el conflicto India – Pakistán»

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