Tras los ataques de Israel y la posterior respuesta, con misiles que consiguieron alcanzar el centro de Tel Aviv, Irán está estos días en boca de todos. Uno de los motivos de este ataque israelí era conseguir desmantelar el programa nuclear iraní. Esta es también una de las ambiciones de Donald Trump que, desde su llegada a la Casa Blanca, ha puesto un gran esfuerzo en conseguir un pacto de no proliferación nuclear con Irán.

En 2015 ya se consiguió un pacto similar, pero Estados Unidos decidió contravenirlo en 2018, alegando que era demasiado injusto para ellos. ¿Qué contenía este pacto de no proliferación de 2015? ¿Por qué se rompió? ¿Sería diferente un nuevo pacto?

El pacto de no proliferación de 2015


El nombre exacto del pacto nuclear iraní es: Plan de acción integral conjunto (JCPOA) y se firmó en julio de 2015 entre Irán y varias potencias globales, incluido Estados Unidos. Las líneas básicas del tratado consistían en un pacto con Irán para que este desmantelara gran parte de su programa nuclear y permitiera una mayor vigilancia internacional. A cambio, este recibiría un levantamiento de sanciones que supondría millones de dólares para el país.

Más concretamente, el objetivo a la hora de desmantelar el plan nuclear iraní era conseguir reducir su capacidad hasta el punto de que el país necesitará de un año hasta conseguir armas nucleares. Este objetivo parece bastante comedido, pero es necesario tener en cuenta que el acuerdo se firma en un momento en el que Irán estaba a pocos meses de conseguir desarrollar su propio armamento nuclear. Precisamente, la razón por la cual se precipitó la firma del tratado la hemos visto esta semana: un ataque de Israel a Irán que produjera una escalada en la región. No es la primera vez que esto ocurre, ya que Israel tiene antecedentes al haber atacado de manera preventiva a Iraq y a Siria para debilitar sus programas nucleares.

Los expertos concuerdan en que si todas las partes hubieran respetado lo acordado, el tratado habría conseguido cumplir sus objetivos durante más de una década. Esto último es así porque muchas de las restricciones que introducía el JCPOA caducaban una vez pasado cierto tiempo. Por ejemplo, el límite del uranio ligeramente enriquecido que podía poseer Irán dejaba de estar en vigor en 2030. Esta era una de las grandes críticas de los que se oponían al tratado, argumentando que los beneficios serían un límite únicamente temporal, mientras que los beneficios económicos obtenidos por Irán aumentarían la amenaza que supone la región a largo plazo.

Irán se comprometió en dos frentes: reducción de su programa nuclear y un aumento de la vigilancia internacional. Respecto a lo primero, esto se concretaba en una renuncia a producir uranio o plutonio enriquecidos, una limitación en el número de centrifugadoras que podría operar el país y una conversión a materias civiles de las plantas de investigación nuclear de Fordow, Natanz y Arak. Respecto a la vigilancia, Irán garantizaría acceso completo a sus instalaciones nucleares a inspecciones de la Agencia de la Energía Atómica (IAEA), el organismo de supervisión nuclear de Naciones Unidas.

Como contraparte, Irán recibiría billones de dólares a consecuencia del levantamiento de sanciones. Sin embargo, no todas las sanciones iban a llegar a su fin tras este acuerdo, siendo especialmente relevante que Estados Unidos no acordara el levantamiento de aquellas relativas a transacciones financieras. También se prometió el levantamiento de un embargo de armas convencionales que impedía a Irán comprar armamento y misiles balísticos. Este último solo entraría en vigor si después de 5 años los inspectores de la IAEA concluían que Irán había respetado su parte del trato.

La caída del pacto


La realidad es que originalmente el pacto funcionó bien, con ambas partes cumpliendo aquello a lo que se comprometieron. Los informes de la IAEA certificaron que en 2016 Irán había cumplido todos los acuerdos preliminares y se le levantaron las sanciones prometidas a cambio. Con el levantamiento por parte de Estados Unidos de incluso las sanciones secundarias en materia de importación de petróleo iraní, el país fue capaz de reanudar un nivel de exportaciones similar al existente antes de que estas entraran en vigor.

Sin embargo, a pesar de este inicio prometedor, los cimientos del JCPOA colapsaron en 2018 cuando Estados Unidos, liderado por Donald Trump, decidió abandonarlo y volvió a instaurar todas sus sanciones. La relación entre Trump e Irán es tortuosa y complicada pero las razones aportadas fueron principalmente dos: la temporalidad de las medidas que comentábamos antes y la falta de inclusión en el acuerdo de limitaciones al programa de misiles balísticos iraníes.

Tras esta salida, las relaciones entre Irán y el resto de firmantes del pacto se deterioraron enormemente. Para intentar circunvalar la vuelta de las sanciones a transacciones con Irán, Alemania, Reino Unido y Francia crearon INSTEX, un sistema de cambio que funcionaría de manera separada a la estructura financiera estadounidense. La realidad es que este sistema fue usado solo una vez antes de su disolución en 2023, ya que Francia y Alemania alegaron que se habían producido alteraciones en su funcionamiento causadas por una injerencia iraní.

Ante esta situación, Teherán alegó que se había producido una ruptura del acuerdo y comenzó, en 2019, a exceder los límites establecidos de uranio ligeramente enriquecido. También volvió a dedicar a la investigación nuclear sus instalaciones y a aumentar el número de centrifugadoras. En 2020, tras el asesinato por parte de Estados Unidos del importante general iraní Qasem Soleimani, el país anunció que dejaría de respetar lo acordado en materia de enriquecimiento de uranio. Por supuesto, también se limitaron enormemente las inspecciones de la IAEA, aunque en 2023 Irán se comprometió a promover una mayor cooperación con esta agencia ante el miedo de nuevas sanciones.

La situación actual


La reciente escalada de tensión en la región crea una nube de incertidumbre sobre la posibilidad de un nuevo pacto. La administración Trump advirtió a Israel de que no lanzara este ataque contra Irán, ya que estaban produciéndose una serie de encuentros encaminados hacia una nueva fórmula que evitaría la proliferación nuclear iraní. Tras los ataques, el presidente estadounidense publicó en su cuenta de Truth Social que los líderes iraníes debían aceptar un nuevo acuerdo antes “de que no quede nada”.  


Está por ver cuál es la respuesta israelí ante estos nuevos ataques y si las tensiones pueden rebajarse lo suficiente para permitir un nuevo acuerdo. 

Netanyahu ha dicho que lo que ha llevado a Israel a realizar este ataque preventivo es la información de que si Irán no era parado podría producir armamento nuclear en “muy poco tiempo”. Un general Israelí matizó que quedaban apenas días para que llegaran a ese punto. Tel Aviv basaba su aseveración en un supuesto informe de la IAEA del 12 de junio que condenaba a Irán por violar su acuerdo de no proliferación. La IAEA ha declarado que ese informe no incluía ninguna información que no fuera conocida por ambas partes de antemano. Irán por su parte ha denegado tener un plan de armamento nuclear, manteniendo su línea tradicional que insiste en que sus desarrollos en este campo son pacíficos y están enfocados en la defensa.

El ataque de Israel ha conseguido acabar con gran parte del programa nuclear iraní, teniendo como objetivos lugares como las instalaciones de Natanz, pero también personas como Fereydoon Abbasi, el que fuera la cabeza de la organización iraní para la energía atómica. Además de los objetivos nucleares, Israel ha acabado con seis de los generales más importantes del ejército iraní y con otros objetivos como plantas energéticas. Los datos del ministerio de sanidad iraní apuntan a que ha habido alrededor 224 muertos y 1200 heridos. El ataque con el que Irán respondió se saldó con aproximadamente 12 muertos y 67 heridos.

Otro ángulo de justificación para el ataque lo encontramos en la supervivencia del gobierno de Benjamín Netanyahu. A medida que avanza la invasión de Gaza es más difícil para el gobierno de Israel apelar a la simpatía internacional bajo el argumento de que la existencia misma de su país está en peligro. Un conflicto con Irán, país considerado por muchos países occidentales como una amenaza, podría servir para revertir un status quo de apoyo incondicional a Israel por parte de la comunidad internacional.

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por Alejandro Hernández

Filólogo y (casi) jurista. Yo he venido aquí a hablar de política (especialmente la de Estados Unidos) y tomar café (especialmente el de fuera de Estados Unidos).

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