
En las últimas semanas hemos asistido a una serie de protestas y levantamientos sucesivos que han minado, cuando no colapsado, distintos gobiernos a lo largo del planeta. En agosto, Indonesia fue escenario de una intensa ola de protestas lideradas por jóvenes trabajadores que han canalizado su frustración contra una élite política percibida como corrupta y desconectada. La protesta adquirió una identidad cultural pop al adoptar la bandera pirata de los Sombrero de Paja del popular anime One Piece, lo que llevó a algunos medios a bautizarla como la «Revolución One Piece«.
En septiembre, Nepal experimentó un levantamiento social sin precedentes, protagonizado por su población más joven que culminó con la renuncia del primer ministro K.P. Sharma Oli y la quema de edificios gubernamentales como el Parlamento. Su protesta pasó rápidamente de pacífica a un desafío directo y furioso a la autoridad, resultando en decenas de muertos y miles de heridos debido a la brutal represión policial.
Paralelamente, y desde hace semanas, Marruecos experimenta su estallido social más reseñable desde 2011. El desempleo juvenil, que alcanza cifras cercanas al 47 % en el rango de edad de 15 a 24 años, y la falta de oportunidades son el caldo de cultivo de estas protestas. Un millón y medio de jóvenes en Marruecos ni estudian ni trabajan, lo que genera una frustración generacional que se ha traducido en la calle bajo la consigna «No queremos el Mundial; queremos hospitales».
Madagascar tampoco ha quedado indemne. Las protestas, que llegaron a su punto álgido en octubre de 2025 con la huida del presidente Andry Rajoelina y un golpe militar, fueron impulsadas por una juventud harta de la corrupción y la miseria.
Gen Z y Discord
Estos estallidos de rabia contra el gobierno en países tan dispares como los mencionados tienen un hilo conductor más allá de la frustración por la corrupción y la falta de oportunidades: la Generación Z y su uso de las redes sociales. También conocida como centennials o zoomers, la Generación Z es la cohorte demográfica nacida aproximadamente entre mediados de la década de 1990 y principios de la de 2010.
Se caracterizan por ser nativos digitales, ya que han crecido con internet y la tecnología es una parte fundamental de su vida, lo que moldea su forma de interactuar, aprender y trabajar. Por supuesto, también las reglas de la movilización política.
En regímenes totalitarios, donde la libertad de expresión está altamente vigilada, las redes sociales han sido clave para organizar y articular protestas masivas contra estos aparatos de represión. En particular, destacan Discord y TikTok, las cuales han pasado de ser plataformas de ocio y consumo a convertirse en la infraestructura de la resistencia.
El desafío crucial al que se enfrentan los jóvenes en estos gobiernos autoritarios o democracias débiles es la ausencia de un espacio cívico seguro y la desconfianza en las estructuras tradicionales, como partidos u otras organizaciones civiles. Aquí es donde Discord ha emergido como herramienta de organización por excelencia. Originalmente diseñada para comunidades de gamers, su arquitectura de servidores encriptados y acceso basado en invitación le confiere una característica vital: el anonimato y la privacidad.
En lugares como Marruecos, donde la vigilancia estatal es palpable, Discord ha ofrecido la posibilidad de crear un “parlamento digital” —como el grupo GENZ212— para debatir demandas, votar estrategias y coordinar logística lejos del ojo del Estado. Los servidores de esta plataforma se convierten en una suerte de cuartel general invisible, donde se toman las decisiones cruciales de forma horizontal y descentralizada, una estructura que el poder tradicional tiene dificultades para penetrar y neutralizar.
Tanto es así que en Nepal Discord alojó el debate y elección de su primera ministra interina. Más de 100.000 personas se unieron al servidor Youths Against Corruption, donde se debatieron programas, se presentaron candidaturas y se organizaron votaciones abiertas transmitidas en medios locales, eligiendo candidata de consenso, la exmagistrada Sushila Karki.
TikTok: revolución en 15 segundos
Sin embargo, el anonimato de la organización interna no sirve para la movilización masiva. Es aquí donde entra en juego la segunda pata de la infraestructura: TikTok, que actúa como altavoz masivo y vehículo cultural. La Generación Z ha transformado esta plataforma de vídeos cortos en una herramienta de denuncia instantánea y viral, capaz de movilizar a miles de personas en cuestión de horas.
Los jóvenes son nativos del lenguaje del meme, del clip de 15 segundos y de la narrativa visual, y lo utilizan para exponer la corrupción y el contraste obsceno entre la vida de las élites y la miseria de la población. En Madagascar, por ejemplo, la ira se viralizó a través de vídeos de TikTok que exponían el lujo de los políticos en medio de los cortes de luz y agua. Esta capacidad de transformar la indignación en contenido viral permite que el mensaje político se propague más allá de las burbujas políticas tradicionales y penetre en todos los estratos sociales.
La eficacia de esta dupla radica en que han logrado fusionar la esfera política con la cultura pop. Los símbolos que definen estas protestas provienen del entretenimiento, como la bandera pirata de One Piece vista en las calles de Marruecos y Madagascar, que se ha convertido en el emblema global de la Generación Z por su significado de búsqueda de libertad y lucha contra la opresión.
Este uso de códigos culturales compartidos globalmente dota a las protestas de una identidad clara, fresca y atractiva, desvinculándolas de la iconografía obsoleta y pesada de los partidos políticos tradicionales, que a menudo son vistos como parte del problema. La adopción de estos símbolos lúdicos es una declaración de identidad generacional y un desafío directo a la seriedad autoconcedida de los regímenes.
Asimismo, otras plataformas como Telegram y WhatsApp también desempeñan roles tácticos, sirviendo a menudo para la difusión rápida y el boca a boca digital a nivel local, especialmente en la comunicación entre pequeños grupos o el envío de información crítica. No obstante, es la estructura de Discord, que permite la planificación escalable y la toma de decisiones colectiva, la que distingue este nuevo ciclo de protestas. Es una manifestación de la democracia directa digital que opera al margen de la democracia representativa fallida que critican.
La principal vulnerabilidad de esta nueva forma de organización reside precisamente en su carácter digital. Aunque Discord ofrece privacidad interna, el rastro digital dejado por los organizadores y la exposición constante en plataformas públicas como TikTok facilitan la represión y las detenciones selectivas una vez que el movimiento pierde fuerza en las calles. Los activistas se enfrentan al dilema de la visibilidad: necesitan que su causa sea viral para tener impacto, pero esa misma viralidad los expone a un riesgo mayor que a los manifestantes de generaciones anteriores.
Pese a ello, esta ola de movilizaciones demuestra que la Generación Z ha encontrado en la esfera digital el espacio cívico que se les niega en el mundo físico, convirtiendo las plataformas de gaming y entretenimiento en auténticas fraguas de cambio político.
¿Y en el resto del mundo?
Hay que entender también que, pese a la indignación generalizada, es difícil que estas protestas se extiendan por Europa, Estados Unidos y el resto de América, en tanto que en estos países la batalla se libra en el plano electoral, no en la calle, para forzar un cambio de régimen.
Sin embargo, es innegable que la Generación Z continuará utilizando TikTok como su principal fuente de información política y, por ende, como el campo de batalla electoral más crucial. Los partidos políticos, conscientes de la necesidad de alcanzar al votante joven (a menudo apático a los formatos tradicionales), han adoptado el politainment y los trends virales, como se vio en las elecciones de Ecuador, Italia y España. El riesgo aquí es la espectacularización del debate y la primacía de la emocionalidad sobre la deliberación racional, fortaleciendo narrativas anti-élite y fragmentando el voto en torno a figuras influencer-políticas.
Por su parte, Discord puede evolucionar de ser una herramienta de organización de protestas a un espacio de activismo político selectivo. En entornos menos represivos, la Generación Z no necesitará la privacidad para la logística de la calle, sino para la coordinación de campañas de get-out-the-vote, el debate de políticas complejas o la fiscalización digital de los candidatos. Si bien no se espera que un servidor de Discord elija un primer ministro europeo, sí podría convertirse en un laboratorio para el activismo cívico sofisticado y la creación de narrativas políticas alternativas fuera del control mediático tradicional.
En definitiva, las redes sociales están impulsando un ciclo político más emocional, descentralizado y volátil, donde la viralidad y la identidad generacional pueden ser tan decisivas como los programas de gobierno.
