
Tras las elecciones en Polonia y en México, nos vamos a Asia. Corea del Sur, una potencia económica abanderada por los conglomerados Samsung, Hyundai Motors o KIA y con una cultura cada vez más conocida gracias a su música, cine y series, se prepara para unas elecciones presidenciales anticipadas el 3 de junio.
Aunque tradicionalmente este hecho no sería noticia para occidente (la democracia coreana se ha demostrado admirablemente estable desde su implantación en 1987), estos comicios son tremendamente polémicos a causa de la reciente destitución del presidente Yoon Suk-yeol. Este suceso no solo es extraordinario por la naturaleza de su culminación, sino que marca un hito en la historia política moderna del país, generando una onda expansiva de incertidumbre y debate sobre los límites del poder ejecutivo.
Contexto: la destitución del presidente
El punto de inflexión ocurrió en diciembre de 2024, cuando el presidente Yoon Suk-yeol protagonizó lo que muchos calificaron como un intento de «autogolpe de Estado» al tratar de imponer la ley marcial. Esta medida, que restringe libertades civiles y transfiere el poder al ejército, la presentó como respuesta a una supuesta «crisis de seguridad nacional».
Sin embargo, sus críticos sostuvieron que no existía un fundamento real y que Yoon simplemente buscaba consolidar su poder frente a una oposición parlamentaria cada vez más fuerte y a una opinión pública descontenta. La opinión pública reaccionó con incredulidad y alarma ante las vaguedades de su discurso, que aludía a amenazas internas y externas sin concretarlas.
La reacción a este intento de ley marcial fue inmediata y contundente. El parlamento surcoreano, dominado por la oposición, actuó con una rapidez notable, rechazando de forma categórica la imposición de la ley marcial en una votación de emergencia. Simultáneamente, la sociedad civil se movilizó de manera masiva y espontánea. Miles de ciudadanos salieron a las calles de Seúl y otras ciudades importantes, protestando enérgicamente contra lo que consideraban un asalto a la democracia y una extralimitación flagrante del poder presidencial. Estas protestas, que recordaron a las grandes movilizaciones que llevaron a la destitución de la expresidenta Park Geun-hye en 2017, ejercieron una presión inmensa sobre las instituciones.
Ante el rechazo parlamentario y la masiva protesta popular, la Asamblea Nacional de Corea del Sur inició formalmente el proceso de destitución (impeachment) contra Yoon Suk-yeol. Este proceso implicó una votación en la Asamblea, donde se requiere una mayoría de dos tercios para aprobar la moción de destitución. Una vez aprobada por la Asamblea, la decisión final recae en el Tribunal Constitucional.
El Tribunal Constitucional de Corea del Sur, compuesto por nueve jueces, es la máxima autoridad encargada de revisar la constitucionalidad de las leyes y las acciones gubernamentales, incluyendo los procesos de destitución presidencial. Tras semanas de deliberaciones, audiencias y análisis de pruebas, el Tribunal Constitucional emitió su veredicto el 4 de abril de 2025. La decisión fue unánime: los nueve jueces ratificaron la destitución de Yoon Suk-yeol. El tribunal dictaminó que el intento de imponer la ley marcial constituía una grave violación de la Constitución y una amenaza directa a la democracia, justificando su cese inmediato del cargo.
La destitución de Yoon Suk-yeol tuvo consecuencias inmediatas y profundas. Con el puesto vacante, el primer ministro, Han Duck-soo, asumió la presidencia de forma interina, tal como lo estipula la Constitución. Su principal tarea ha sido mantener la estabilidad en el gobierno y organizar las elecciones presidenciales anticipadas en un plazo de sesenta días, lo que llevó a la fijación de la fecha del 3 de junio de 2025.
Este episodio ha dejado una profunda huella en el panorama político surcoreano. Ha reabierto el debate sobre los controles y equilibrios del poder en el sistema presidencial del país, así como la necesidad de proteger las instituciones democráticas de posibles abusos de poder. La destitución de Yoon Suk-yeol no es solo un evento político, sino un recordatorio de la resiliencia de la democracia surcoreana y la capacidad de sus ciudadanos e instituciones para actuar frente a amenazas percibidas contra sus libertades.
Los contendientes: viejos conocidos de la política coreana
Corea del Sur es una república democrática presidencialista, con un sistema de gobierno basado en la separación de poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. El Presidente es el jefe de Estado y de gobierno, siendo elegido por sufragio universal directo para un único mandato de cinco años, sin posibilidad de reelección. Esta limitación de mandato fue introducida para prevenir la concentración excesiva de poder.
Y con la presidencia vacante tras la destitución de Yoon Suk-yeol, la carrera electoral se ha acelerado, polarizando aún más el panorama político surcoreano entre las dos fuerzas dominantes: el Partido Demócrata (liberal) y el Partido del Poder Popular (conservador).
Lee Jae-myung: El Candidato del Partido Demócrata (liberal)
El candidato más prominente y actualmente el favorito en las encuestas es Lee Jae-myung, líder del Partido Demócrata. Lee no es un recién llegado a la escena política nacional; fue el candidato presidencial del Partido Demócrata en las elecciones de 2022, donde perdió por un estrecho margen ante Yoon Suk-yeol. Su experiencia previa en campañas nacionales y su figura ya consolidada le otorgan una ventaja en términos de reconocimiento y base de apoyo.
La plataforma de Lee Jae-myung se caracteriza por un enfoque progresista en temas sociales y económicos. Suele abogar por políticas destinadas a reducir la desigualdad económica, fortalecer el estado de bienestar y promover la justicia social. En el ámbito de la política exterior, Lee ha mostrado una postura más abierta al diálogo con Corea del Norte, aunque siempre bajo la premisa de la desnuclearización. Su popularidad se ha mantenido alta, especialmente tras la crisis política que llevó a la destitución de Yoon, lo que lo posiciona como el principal contendiente para asumir la presidencia.
Kim Moon-soo: El Candidato del Partido del Poder Popular (Conservador)
Por el lado conservador, el Partido del Poder Popular ha nominado a Kim Moon-soo. Su candidatura ha enfrentado algunas turbulencias internas dentro del partido, reflejo de la búsqueda de un líder fuerte y unificado después de la caída de su predecesor, Yoon Suk-yeol. Kim Moon-soo es una figura con experiencia política, habiendo ocupado cargos importantes en el pasado y siendo un rostro conocido en el espectro conservador.
La campaña de Kim Moon-soo se enfoca en restaurar la confianza del electorado conservador y en mantener la dirección política que el Partido del Poder Popular considera esencial para el país. Sus propuestas suelen girar en torno a una robusta seguridad nacional, especialmente ante la amenaza de Corea del Norte, un modelo de crecimiento económico basado en la desregulación y la inversión privada, y el fortalecimiento de la alianza con Estados Unidos. Para Kim, el desafío principal es superar la imagen negativa generada por la destitución de Yoon y convencer al electorado de que su partido puede ofrecer estabilidad y un liderazgo efectivo en un momento de crisis.
La contienda entre Lee Jae-myung y Kim Moon-soo se perfila como un reflejo de la polarización ideológica en Corea del Sur, donde los votantes deberán elegir entre dos visiones muy distintas para el futuro del país.
Lo que espera al futuro presidente: un lustro de tensiones
Rodeada por grandes potencias y con un vecino impredecible y hostil al norte, Seúl se encuentra en una encrucijada constante de equilibrios diplomáticos y de seguridad
El desafío más apremiante es, sin duda, Corea del Norte. La persistente amenaza nuclear y de misiles de Pyongyang, junto con sus provocaciones regulares, exige una estrategia de seguridad nacional que combine la disuasión militar con la búsqueda de canales diplomáticos. El próximo presidente deberá decidir entre una línea más dura, posiblemente reforzando la alianza con Estados Unidos y Japón, o un enfoque más conciliador que busque reducir las tensiones a través del diálogo, aunque con los riesgos inherentes de la imprevisibilidad norcoreana.
Las relaciones con las potencias vecinas son otro pilar de la política exterior surcoreana. La alianza con Washington es la piedra angular de la seguridad de Corea del Sur, proporcionando un paraguas de seguridad frente a Corea del Norte. El presidente deberá mantener y fortalecer esta alianza, equilibrando las demandas de Estados Unidos con los intereses nacionales.
China es el principal socio comercial de Corea del Sur y un actor crucial en la estabilidad regional, especialmente en lo que respecta a Corea del Norte. Sin embargo, las crecientes tensiones entre Estados Unidos y China obligan a Seúl a caminar por una delgada línea para no alienar a ninguno de los dos.
A pesar de los lazos históricos complejos y las disputas territoriales, la cooperación con Japón es vital para la seguridad regional, especialmente frente a las amenazas de Corea del Norte. El presidente tendrá que buscar formas de mejorar las relaciones bilaterales, superando los resentimientos del pasado.
Además de estos desafíos regionales, el presidente también enfrentará retos relacionados con la cadena de suministro global y la competencia tecnológica. Corea del Sur es un líder mundial en tecnología (semiconductores, baterías, telecomunicaciones), lo que la sitúa en el centro de la rivalidad tecnológica entre Estados Unidos y China. Mantener su competitividad y proteger sus industrias clave será esencial.
En resumen, el próximo presidente de Corea del Sur asumirá un cargo con enormes responsabilidades geopolíticas. Su capacidad para navegar las complejas relaciones con sus vecinos y aliados, mientras protege los intereses de seguridad y económicos del país, definirá el éxito de su mandato.