Un gobierno de izquierdas que se rompe. Unas elecciones que podrían  ser la antesala de un cambio. Una derecha moderada preocupada por la cantidad de votantes que está perdiendo en favor de otra más radical. Esta historia podría ser la de muchos países del entorno europeo, pero hoy el foco está en un país del que no solemos hablar. Hoy contamos una historia electoral que parece la de siempre, pero que no es la misma. 

Noruega celebra el 8 de septiembre elecciones y en El Tablero Político traemos un nuevo manual electoral. ¿Cuáles son los principales partidos? ¿Cómo funciona el sistema electoral en Noruega y, concretamente, por qué es clave el 4%? Además, por supuesto, ¿qué puede pasar mañana?

Hablemos de Noruega.

El país enfrenta unas elecciones que han sido descritas como “las más emocionantes desde 1945”, pero antes de meternos en materia vamos a repasar cómo funciona el sistema electoral 

Noruega es una monarquía constitucional parlamentaria en la que el rey desempeña un rol simbólico y el poder ejecutivo recae en el Gobierno, encabezado por el primer ministro. El parlamento (Storting) está compuesto por 169 escaños que se reparten mediante un sistema proporcional de lista cerrada con representación en 19 circunscripciones basadas en los condados.

El Storting, parlamento noruego.

De esos 169 escaños, 150 se asignan en proporción directa al voto en cada circunscripción (escaños de distrito) y los otros 19 se usan para equilibrar diferencias en representación y garantizar una proporcionalidad a nivel nacional (escaños de compensación nacional). Esto crea un sistema bastante equilibrado que busca reflejar tanto la densidad de población como la dispersión geográfica de  las voces rurales y urbanas.

Para acceder a esos 19 escaños de compensación, los partidos deben superar un umbral mínimo del 4% del voto nacional. Esta es una interesante barrera que impide la proliferación de partidos pequeños a la vez que fomenta los medianos, creando un sistema en el que las coaliciones son el pan de cada día.

Era una de estas coaliciones, entre el Partido Laborista (AP) y el Partido del Centro (SP), la que ha gobernado el país desde las últimas elecciones en 2021. Bueno, casi todo este tiempo. Es necesaria esta puntualización, ya que a comienzos de este año la coalición se rompió. Esta ruptura vino principalmente por desacuerdos sobre la política energética y la alineación con directrices de la UE relativas al sector.

Esta ruptura evidenció una debilidad en el seno de unos laboristas que pasaron a gobernar en minoría, generando no poco desgaste al partido. La situación ha sido aprovechada por partidos de centro y de derecha que se postulan con la estabilidad como bandera.

Partido Laborista: la remontada parece posible.

Los laboristas afrontaron la campaña electoral con la difícil misión de conseguir ilusionar de nuevo a un electorado que estaba desencantado  con el partido. Esto, que a priori podría parecer muy complicado parece haberles salido bien gracias a dos puntos clave.

El primero es que el debate central de esta campaña ha sido el relativo a la economía. Aquí los laboristas han sabido hacerse fuertes sacando pecho por la gestión de Jonas Gahr Støre, proyectando un liderazgo sólido frente a crisis económicas y geopolíticas. Han sabido también marcar distancia con las políticas de austeridad propuestas por el centro y la derecha, defendiendo un Estado de bienestar que, si bien es moderado comparado con el discurso del partido en el pasado, no por ello es menos atractivo para los votantes.

El segundo punto clave es la figura de Jens Stoltenberg, ex primer ministro noruego que ha vuelto a la primera línea de la política como ministro de economía. Stoltenberg dirigió el país durante los momentos traumáticos que trajeron los atentados terroristas de 2011. Su gestión al frente del país durante estos eventos  tan complicados lo avala a ojos de la población y lo convierte en una figura muy bien valorada por los votantes.

Jonas Gahr Støre y Jens Stoltenberg.

Gracias a esto, las encuestas sitúan al partido laborista lejos del batacazo que podía vaticinarse al inicio de la campaña y actualmente lidera con en torno a un 27% de intención de voto.

La derecha: historia de dos partidos.

La historia que tenemos en la derecha noruega es una que ya es familiar en la mayoría de los países europeos: una derecha moderada que tiene que maniobrar para mantenerse relevante en un entorno en el que la derecha radical no para de quitarle votantes.

En este caso, el partido de derecha moderado es el Partido Conservador (Høyre) y el radical es el Partido del Progreso (Fremskrittspartiet, FRP). Los grandes temas de debate son los habituales en estos casos: un énfasis en la migración y la seguridad a través de un discurso fuerte por parte de FRP y un discurso más moderado, centrado en la reducción de impuestos y eficiencia de gasto público, por parte de Høyre.

Lo destacable de este caso es que, si bien compiten por los mismos votantes, ambos partidos tienen una buena sinergia poselectoral. La candidata de FRP, Sylvi Listhaug, no es muy popular a nivel individual  (algo extraño en partidos de derecha radical, pues tienden al personalismo) y ha declarado que no busca postularse como primera ministra, dejando libre ese puesto para la candidata de Høyre, Erna Solberg. 

Erna Solberg y Sylvi Listhaug.

Los partidos minoritarios: en busca del 4%. 

Pasamos a hablar de porcentajes, uno muy concreto en este caso: 4%. Como ya hemos comentado, este es el umbral que los partidos deben superar para entrar al Storting, habiendo varios que las encuestas sitúan en torno a ese número mágico. 

En primer lugar tenemos al Partido de la Izquierda Socialista (SV), el partido inmediatamente a la izquierda de los laboristas. Históricamente, ha superado el 4% aunque a veces un poco justo. Tras la ruptura entre los laboristas y los centristas, parece que SV es el nuevo aliado natural en una posible coalición de gobierno. El problema es que las tensiones en esa supuesta coalición pueden venir del mismo sitio que dinamitó la anterior: la energía. SV aboga por una transición ecológica más ambiciosa, lo que puede generar roces con los defensores de una mayor moderación. 

Seguimos con otro partido que podría pactar con los laboristas y también uno que les generaría un dolor de cabeza por el mismo tema: los verdes. El Partido Verde (MDG) está también cerca del ansiado 4% gracias sobre todo al voto de los jóvenes urbanos. 

Pasamos ahora al bloque contrario para hablar de liberales (Venstre) y democristianos (KfR) también en la frontera del 4%. De entrar, ambos buscarían un posible pacto amplio con Høyre aunque aún no está claro si estarían dispuestos a entrar en un gobierno con FRP. 

¿Qué pasará mañana? 

Las elecciones del 8 de septiembre en Noruega plantean un escenario bastante interesante. Si bien encontramos similitudes con otros países del entorno europeo (estamos ante un partido socialdemócrata debilitado tras gobernar y un bloque de derechas con una ávida lucha interna) hay varios puntos que hacen únicos estos comicios. 

En primer lugar, la capacidad de los laboristas de aprovechar que la economía ha sido el tema central de la campaña y de buscar una figura fuerte para apelar a los votantes. En un panorama europeo en el que parece que el partido de gobierno tiene las de perder, y más aún si es de izquierdas, la historia del Partido Laborista noruego presenta un ejemplo de que esto no está escrito en piedra. 

La miríada de partidos medianos que incentiva el sistema crean además un escenario postelectoral muy interesante. Los laboristas encabezan las encuestas, sí, pero aún está por ver cuáles son las fórmulas de gobernabilidad con las que pueden mantenerse en el poder. Ya ha habido tensiones que han roto un gobierno cuando solo tenían un partido al lado. 

No podemos descartar en ningún caso la posibilidad de un gobierno del bloque de derechas, que puede ser a dos manos (Høyre y FRP) o incluso nacer de un pacto amplio con alguno (o algunos) de los partidos del famoso 4%.

En resumen, todo está por ver y la elevada tasa de participación que se prevé hace que sea imprescindible seguir muy de cerca unos comicios en los que aún no hay nada claro.

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por Alejandro Hernández

Filólogo y (casi) jurista. Yo he venido aquí a hablar de política (especialmente la de Estados Unidos) y tomar café (especialmente el de fuera de Estados Unidos).

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