La política checa enfrenta entre hoy y mañana sus elecciones parlamentarias. Como se está haciendo habitual en buena parte del continente, tendrá que decidir sobre una cuestión clave: cuánto se acerca o aleja de la Unión Europea. Andrej Babiš, magnate, populista y viejo conocido de Bruselas representa esta segunda opción, y está a las puertas de recuperar el poder tras un paréntesis.

Las encuestas confirman que Babiš parte como favorito, llegando al 30% de los votos. Superaría con holgura a la coalición de gobierno de Fiala, con un pronóstico del 20%. Mientras la oposición se resiente por los efectos de la inflación y la crisis energética, el líder del ANO ha sabido capitalizar el descontento. 

¿Quién es Andrej Babiš?

Andrej Babiš lidera el ANO (Alianza de Ciudadanos Descontentos), partido que él mismo fundó en 2011. El candidato ya fue primer ministro entre 2017 y 2021, momento durante el cual ya se le comenzó a comparar con Donald Trump. Babiš es uno de los hombres más ricos del país y ha adaptado incluso el estilo del norteamericano, pues se ha pasado la campaña repartiendo gorras rojas que rezan Chequia Fuerte. El partido nació como un movimiento centrista y proeuropeo, pero los años le han empujado a una posición populista, antiinmigración y cada vez más euroescéptica

Haciendo alusiones a su vida empresarial, defiende que el Estado debe gestionarse como si fuera una compañía más. De hecho, la carta más importante de Babiš ha sido la economía, erigiéndose como el candidato de los ciudadanos de bajos ingresos y pensionistas. El país ha pasado por una crisis energética, una inflación altísima y una caída de los salarios como colofón.

Babiš ha sabido moverse a la perfección en estas aguas revueltas, capitalizando el descontento y posicionándose como la solución. Además, el candidato ha hecho menciones constantes a “los perdedores de la transformación”, haciendo alusión a los perjuicios de asumir una economía de libre mercado. Sumando así a votantes rurales, el candidato se ha hecho atractivo por su imagen de CEO para el país. 

Más allá de la economía, su previsible victoria colocaría a República Checa en el “grupo de rebeldes” de la Unión Europea. Además de Trump, entre los referentes de Babiš tenemos que añadir al húngaro Viktor Orbán y al eslovaco Robert Fico, lo que nos permite hacernos una idea de sus cambios para República Checa. Previsiblemente, el país asumiría una posición mucho más diluida con respecto al conflicto en Ucrania. República Checa ha sido durante años un aliado vital de Ucrania, principalmente como fuente de munición. Su giro obligaría a Polonia y a Alemania a compensar las pérdidas. 

Además, la posición de República Checa en el frente oriental de la OTAN la hace un aliado vital, especialmente en materia de cooperación y vigilancia en los Balcanes y el Mar Negro. Babiš está en contra de aumentar el presupuesto en defensa y de los planes de rearme europeo. Sin embargo, aquí encontramos la primera diferencia con Fico y Orbán, pues la posición del magnate checo es mucho más neutral, centrada únicamente en criticar el apoyo de su país.

El candidato ha reiterado que la guerra es un error por parte de Putin, con quien nunca ha hablado desde la invasión. En general, la política exterior no es una de sus bazas más importantes, siendo considerada más una veleta que decidirá según intereses y encuestas, lo cual le hace imprevisible.

Otro de los puntos más atractivos de Babiš es su defensa de la democracia directa, pues ha prometido en reiteradas ocasiones que las decisiones importantes deben ser confirmadas por los ciudadanos. En el foco está Bruselas y sus políticas medioambientales y migratorias, las cuales cree que perjudican a su país.

De hecho, su regreso permitiría el retorno de la alianza de Visegrado, formada por Eslovaquia, Hungría y Polonia. El grupo se formó para coordinar sus intereses comunes, pasando de ser tres países en solitario a un equipo que representan a más de 60 millones de personas frente a Bruselas. Lógicamente, nacen contra algunos de los postulados de la UE, destacando la cuestión migratoria. 

A pesar de los resultados aplastantes que nos han ido entregando las casas de encuestas, es necesario comprender a quién se ha enfrentado Babiš, pues nos permite entender la división que sufre el país, lo que ha ocurrido durante los últimos años y las claves para entender el futuro. 

El resto de jugadores

El primer Gobierno de Babiš fue tumbado en 2021, momento en el cual, para alivio de Europa, la alianza tripartita Spolu (Juntos) asumió el poder. Liderada por Petr Fiala, hablamos de un acuerdo entre fuerzas de centroderecha y liberales. Como ya hemos destacado, la coalición ha sufrido a raíz de la situación económica, si bien Fiala ha sido capaz de reducir el déficit público del 5% al 2% del PIB. Mientras Babiš ha prometido reducir la edad de jubilación y recortar impuestos, la coalición saliente defiende que estas son medidas populistas que únicamente llevarán a estropear unas cuentas públicas recién saneadas.

La alianza espera recibir un 20% de los votos, quedando 10 puntos por debajo de Babiš. Sin embargo, visto el impacto que ha tenido la crisis inflacionaria en la población, ese 20% no parece tan bajo. Algunas encuestas indican que solo el 15% de los ciudadanos está satisfechos con el gobierno de Fiala, mientras que otras directamente apuntan que la ciudadanía checa hoy está más descontenta que antes de la Revolución de Terciopelo, cuando se derrocó el régimen comunista.

La coalición saliente, ante tal situación, solo ha podido emplear una estrategia: señalar los peligros de una coalición liderada por ANO. Porque sí, dado que Babiš recibirá el 30% de los votos, está claro que no gobernará solo. Veamos quién nos queda. 

Si bien Babiš ya produce cierto temor tanto dentro como fuera del país, peores son sus posibles parejas de baile. El apoyo idóneo para ANO sería el Partido Libertad y Democracia Directa (SPD), más a la derecha que el propio Babiš. La formación ha absorbido hasta a tres partidos de derecha radical, destacando por su postura antiinmigración, contra la OTAN, UE y de ayudar a Ucrania. El partido recibiría un 12% de los votos. 

Sin embargo, la fórmula final no está clara ni cuántos partidos serán suficientes, por lo que otras formaciones pequeñas también están en el foco. Destaca Stačilo (¡Basta!), de izquierda radical y fundado por antiguos miembros del Partido Socialdemócrata y Comunista. Su propuesta principal es un referéndum para decidir sobre su estancia en la UE y OTAN, además de nacionalizar industrias clave. Según las encuestas, el partido alcanzaría el 7% de los votos. 

Finalmente, también hay que hablar de Motoristé sobě (Automovilistas por Sí), contra las políticas medioambientales y considerado también como de derecha radical. La formación obtendría el 5% de los votos.  

Otros partidos importantes son el proeuropeo Stan, con el 11% de los votos, y los Piratas, con el 7% del total. Sin embargo, estos dos últimos no se incluyen como potenciales socios de Babiš. 

¿Qué pasará tras las elecciones?

Aunque Babiš ya supo negociar durante su anterior mandato, pues dependió puntualmente del SPD, la situación ahora es más complicada. En primer lugar, muchos de ellos defienden la salida de la UE y OTAN, la cual debería ser una decisión demasiado extrema incluso para el propio Babiš. Por si fuera poco, si la aritmética obliga a incluir varios de estos partidos, algunas de sus promesas principales son contradictorias entre sí, por lo que ponerlos de acuerdo será complejo.

Además, todos los miembros del anterior gobierno, además de Stan y Piratas han dejado claro que no colaborarán con el ANO, por lo que la única opción de Babiš son las formaciones que ya hemos mencionado anteriormente. 

Y la cosa no acaba aquí. Pert Pavel, el presidente de República Checa, está estudiando incluso la posibilidad de bloquear la previsible toma de posición de Babiš. Si bien sigue siendo una opción que debe estudiarse detenidamente, la decisión la tomará en breve. Otra alternativa sería negarse a nombrar ministros que defienden la salida de la UE/OTAN o que sean considerados como extremistas. 

Por lo tanto, una de las opciones más extremas que podría enfrentar el país es un choque institucional en toda regla. Más allá de la división social que el país sufre cada vez más y más, el presidente deberá tener en cuenta las responsabilidad institucionales y la legitimidad del proceso democrático. 

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por Yago Jiménez Bean

Politólogo y jurista. Actualmente, realizando un Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Carlos III de Madrid. Interesado especialmente en la competencia partidista y el comportamiento político, pero con café para mucho más.

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