
Argentina vive este domingo una jornada electoral que podría cambiar radicalmente el rumbo del experimento libertario de América Latina. Javier Milei, el presidente que llegó al poder prometiendo “dinamitar” el Estado, se juega su capacidad de gobernar en unas elecciones legislativas que han pasado de ser un trámite administrativo a convertirse en un referéndum sobre su gestión.
Los escándalos de corrupción, una economía en crisis y el resurgimiento del peronismo han transformado lo que parecía una victoria anunciada en una batalla electoral incierta, reñida hasta el último voto.
¿Qué está en juego?
El 26 de octubre se renovará la mitad de la Cámara de Diputados (127 de 257 escaños) y un tercio del Senado (24 de 72 senadores). Aunque pueda parecer una elección de mitad de mandato más, los resultados determinarán si Milei puede avanzar con su agenda de reformas radicales o si quedará paralizado por una oposición fortalecida.
El objetivo del oficialismo de Javier Milei es claro pero ambicioso: alcanzar al menos un tercio de cada cámara para blindar sus vetos presidenciales y evitar juicios políticos.
El objetivo del oficialismo es claro pero ambicioso: alcanzar al menos un tercio de cada cámara (87 diputados y 24 senadores) para blindar sus vetos presidenciales y evitar juicios políticos. Con esta “minoría defensiva”, Milei podría bloquear cualquier iniciativa opositora que contradiga su programa de ajuste fiscal. Sin embargo, las proyecciones lo colocan peligrosamente cerca de ese umbral, lo que convierte cada escaño en una batalla crucial.
Para la oposición peronista, el desafío es diferente: necesita sumar bancas para construir mayorías que le permitan impulsar su propia agenda legislativa. Con 129 diputados y 37 senadores alcanzaría el cuórum necesario para sesionar y aprobar leyes sin el oficialismo. Más importante aún, estos comicios representan la oportunidad de frenar las reformas que propone Milei.
La Libertad Avanza: el oficialismo contra las cuerdas
Javier Milei llega a estas elecciones en su momento más vulnerable. El partido La Libertad Avanza (LLA) enfrenta el menor riesgo inmediato en términos de bancas, ya que solo renueva el 22 % de sus escaños en Diputados y ninguno en el Senado (si bien el PRO, su principal aliado, sí que renueva el 59 % de sus escaños en la Cámara) Paradójicamente, sin embargo, es el que más tiene que perder en términos políticos.
La imagen del presidente ha caído a sus niveles más bajos desde que asumió en diciembre de 2023: 6 de cada 10 desaprueban su gestión.
La imagen del presidente ha caído a sus niveles más bajos desde que asumió en diciembre de 2023. Tal es el caso que las últimas encuestas revelan que 6 de cada 10 argentinos desaprueban su gestión. Los escándalos de corrupción han erosionado la narrativa anticasta que llevó a Milei al poder. El caso $LIBRA, una presunta estafa con criptomonedas que salpicó al entorno presidencial, y los audios de ANDIS revelando supuestos pedidos de sobornos por parte de funcionarios, generaron citaciones en el Congreso y causas judiciales.
El golpe más reciente fue la renuncia escandalosa de José Luis Espert, principal candidato a diputado y presidente de la Comisión de Presupuesto, tras revelarse sus vínculos con un empresario preso por narcotráfico.
Asimismo, la economía, el pilar fundamental del discurso libertario, tampoco ofrece el respaldo esperado. El prometido rescate del presidente estadounidense Donald Trump ha quedado condicionado precisamente al resultado electoral, lo que genera un círculo vicioso: sin respaldo internacional, la economía se debilita; sin mejoras económicas, las posibilidades electorales se reducen.
No obstante, LLA conserva fortalezas importantes. Mantiene un apoyo sólido entre los jóvenes: el 54 % de los votantes de 16 a 24 años votaría por el partido libertario. También domina en distritos clave como la Ciudad de Buenos Aires, donde la ministra Patricia Bullrich lidera con 45,6 % de intención de voto, y Córdoba, donde Gonzalo Roca alcanzaría el 34,9 %.
Fuerza Patria: el peronismo renace de sus cenizas
Si hay un protagonista inesperado en estas elecciones, ese es el peronismo. El movimiento atravesó gran parte del año sin rumbo claro, fragmentado en tres bloques en el Senado y sin un liderazgo definido tras la presidencia de Alberto Fernández.
El punto de inflexión fue la condena judicial a Cristina Kirchner por corrupción en junio de 2025, que la inhabilitó de por vida para ocupar cargos públicos. Paradójicamente, lo que podría haber sido el golpe final para el kirchnerismo se convirtió en un catalizador de unidad. La percepción de “persecución judicial” galvanizó al peronismo, que encontró en la defensa de su líder histórica una causa común.
El siguiente espaldarazo llegó el 7 de septiembre, cuando el peronismo arrasó en las elecciones provinciales de Buenos Aires (el distrito más poblado y electoralmente decisivo del país) con el 49,65 % frente al 30,59 % de LLA. Una diferencia de 19 puntos que demostró la persistencia del aparato territorial peronista y limitó brutalmente las expectativas del oficialismo.
Unión por la Patria tiene en juego el 47 % de sus escaños en la Cámara de Diputados y el 44 % en el Senado (considerando sus tres bloques). Es un riesgo moderado comparado con otras fuerzas, pero el desafío real es capitalizar el impulso de Buenos Aires a nivel nacional. El peronismo ha logrado recortar la ventaja libertaria de 10 puntos en enero a apenas 2 puntos en octubre.
La estrategia opositora en 2025 ha sido innovadora y agresiva, crearon comisiones de investigación, rechazaron decretos presidenciales y lograron insistencias ante los vetos del Ejecutivo.
La estrategia opositora en 2025 ha sido innovadora y agresiva. El peronismo y sus aliados promovieron 20 emplazamientos a comisiones (principalmente Presupuesto) para forzar el tratamiento de proyectos que el oficialismo bloqueaba, crearon dos comisiones investigadoras (sobre $LIBRA y muertes por fentanilo), rechazaron cinco decretos presidenciales y lograron tres insistencias ante vetos del Ejecutivo (leyes de Discapacidad, Pediatría y Financiamiento Universitario). Esta estrategia nos deja un dato revelador: el tiempo promedio para sancionar proyectos opositores cayó de 358 días en 2024 a solo 112 días en 2025.
¿Qué pasará tras las elecciones?
Las encuestas dibujan un escenario de empate técnico, con ligera ventaja libertaria. Según los promedios de encuestas, La Libertad Avanza rondaría el 37 % de intención de voto, mientras que Unión por la Patria estaría sobre el 32 %. Una diferencia de menos de dos puntos que está dentro del margen de error de cualquier sondeo. Muy por detrás aparecen Provincias Unidas (un espacio de centro conformado por seis gobernadores) con 5 % y el Frente de Izquierda, con apenas 2,6 %. El dato más preocupante para el sistema político es que el 6,4 % votaría en blanco o nulo, mientras que el 10,6 % todavía no ha decidido su voto.
Con unos resultados así, el Congreso que asumirá en diciembre estaría mucho más polarizado y ninguna fuerza tendría un mandato claro. Así, los bloques intermedios con partidos como UCR (6 diputados proyectados), Coalición Cívica (2), Encuentro Federal e Innovación Federal (35 entre ambos) se convertirían en los verdaderos árbitros del poder legislativo. Cada votación sería una negociación desde cero y la gobernabilidad dependería de la capacidad del Ejecutivo para tender puentes con fuerzas que hasta ahora ha tratado como enemigas.
Pase lo que pase, lo que está claro es que Argentina enfrenta elecciones definitorias. Ya no se trata solo de cuántos diputados o senadores obtendrá cada partido, sino de si el experimento libertario de Milei tendrá la oportunidad de continuar o si el péndulo político argentino volverá a oscilar hacia el peronismo. De momento, lo único seguro es que el domingo por la noche, cuando se cuenten los votos, Argentina sabrá si decidió apostar por la continuidad del cambio radical o por el retorno de la tradición política que ha dominado el país durante décadas.
