
El Índice Global del Terrorismo (GTI) de este año afirma que la región ubicada en el corazón de África, el Sahel, se ha convertido en “el epicentro del terrorismo mundial”. Concretamente, el informe detalla que, de 7.555 muertes que ha habido vinculadas al terrorismo, 3.885 se han producido en el Sahel. Esto supone que más de la mitad de las muertes provocadas por el terrorismo a nivel mundial, concretamente el 51%, se produjeron en esta zona.
Sin embargo, esto no es lo más impactante que revelan los datos. El informe del “Institute for Economics & Peace” destaca como, a pesar de que el terrorismo mundial se ha reducido en comparación a 2015, cuando vivió su punto álgido, el terrorismo en el Sahel no ha parado de incrementarse, multiplicándose por diez desde esa fecha.
¿Qué es el Sahel?
Como ya apuntábamos anteriormente, la región del Sahel está situada en el epicentro de África, concretamente al sur del desierto del Sahara. De hecho, esta ubicación es la que le ha dado nombre, ya que el término “Sahel”, proveniente del árabe “al-sāḥil”, significa costa u orilla. La región abarca muchos países, incluso despertando dudas acerca de cuáles pertenecen a la región. Sin embargo, para el GTI, estos son: Mauritania, Chad, Nigeria, Senegal, Gambia, Guinea, Camerún, Níger, Mali y Burkina Faso.

En todos estos países, el terrorismo se concentra en dos organizaciones: Jama’at Nusrat al Islam wal Muslimeen (JNIM), grupo salafista perteneciente a Al-Qaeda y creado en 2017 en plena guerra de Malí tras la fusión de varias organizaciones terroristas religiosas que operaban en la zona; y, en segundo lugar, el Estado Islámico del Gran Sahara (conocido como IG-GS por sus siglas en inglés), filial del ISIS en esta zona y nacido de una forma muy similar al JNIM. Pero, ¿por qué estos grupos terroristas han decidido instaurarse en esta zona? ¿Por qué preocupa tanto a occidente? Veamos
Causas del auge del terrorismo en el Sahel
En primer lugar, hay que hablar de la fragilidad institucional de los países del Sahel, y es que esta ha sido un factor determinante en la expansión del terrorismo. Gobiernos débiles, corrupción endémica y falta de servicios básicos han generado descontento en la población, creando un caldo de cultivo para la radicalización. De hecho, en los últimos años la región del Sahel ha sido apodada como “el cinturón golpista”, produciéndose 6 golpes de Estado exitosos desde 2020 (dos en Burkina Faso, dos en Malí, uno en Níger y otro en Guinea).
Además, la ausencia de oportunidades económicas y la marginalización de ciertas comunidades han sido explotadas por grupos yihadistas para reclutar adeptos. En este contexto, el GTI explica como ambos grupos terroristas han llegado a reclutar más combatientes que los propios ejércitos de estos países, encontrando, sobre todo en el caso del IG-GS, un gran número de niños.
En segundo lugar, las disputas históricas entre comunidades nómadas y sedentarias, exacerbadas por la competencia por recursos escasos debido al cambio climático, han intensificado las tensiones en la región. Los grupos terroristas han capitalizado estas divisiones, presentándose como protectores de ciertas etnias o comunidades, lo que ha incrementado su base de apoyo local. Esto explicaría cómo desde 2021 estos grupos han duplicado el territorio que controlan en la región, la mayoría de los sitios alejados de las grandes ciudades.
Por último, cabe añadir como factor decisivo la retirada de fuerzas internacionales. Con mención especial para los franceses, la retirada de militares europeos ha dejado agujeros de poder que han sido rápidamente ocupados por grupos yihadistas. En este sentido, la falta de una estrategia coherente y sostenible por parte de las potencias occidentales ha permitido que estos grupos se fortalezcan y expandan su influencia en la región.
Impacto en la seguridad regional y global
La preocupación mundial por la región del Sahel lleva existiendo desde hace siglos. Sin embargo, el auge del terrorismo en los últimos años ha aumentado la inquietud. En primer lugar, debemos centrarnos en los países vecinos, dado que la inestabilidad en la zona ha comenzado a afectarles. En Costa de Marfil, la retirada de ayuda estadounidense ha dejado a comunidades vulnerables frente a la amenaza de grupos como Al-Qaeda y el Estado Islámico.
Además, la falta de apoyo en iniciativas de desarrollo y seguridad ha incrementado el riesgo de reclutamiento por parte de grupos extremistas. Por otro lado, en Marruecos, las autoridades han desmantelado células del Estado Islámico que planeaban varios ataques, evidenciando la creciente amenaza que emana del Sahel hacia el norte de África.
Además, la proximidad geográfica del Sahel a Europa convierte la situación en una preocupación directa para la seguridad del continente. La región se ha transformado en el flanco sur de la OTAN, con riesgos en aumento debido a la expansión del yihadismo y la influencia de actores como Rusia, que buscan aprovechar la inestabilidad para aumentar su presencia en África. En este sentido cabe mencionar los acuerdos entre muchos países del Sahel y el Grupo Wagner, donde los primeros reciben apoyo y entrenamiento militar, mientras que los segundos, además de conseguir aliados, ganan una fortuna gracias a estos conflictos.
Por último, cabe mencionar la consecuencia más atroz detrás de este fenómeno. La violencia y el terrorismo han provocado el desplazamiento masivo de población, concretamente 4 millones de personas solo en el Sahel central. Esto ha generado crisis humanitarias que afectan a millones de personas y es que, según Naciones Unidas, en 2024, 33 millones de personas necesitaban ayuda humanitaria en el Sahel. Sin embargo, la falta de seguridad impide la llegada de ayuda humanitaria y complica los esfuerzos de desarrollo, perpetuando un ciclo de pobreza y violencia.
Ante esta situación, el futuro parece poco esperanzador para la región y su población. La competencia geopolítica en el Sahel, especialmente entre potencias occidentales y actores como Rusia, añade complejidad a la situación. Además, la presencia de mercenarios como el Grupo Wagner y la lucha por recursos naturales pueden desestabilizar aún más la región.
En conclusión, el Sahel enfrenta una convergencia de desafíos que han facilitado la expansión del terrorismo yihadista. La solución en la actualidad adquiere una doble vertiente: que los propios estados aborden el desafío, o que Occidente sea el que intervenga a través de una estrategia coordinada y coherente. Ambas cuestiones parecen poco probables. Ante esta amalgama de desesperanza, solo queda continuar observando los siguientes pasos de los diferentes grupos terroristas en la región y esperar a que un conflicto mayor explote en cualquiera de los países del Sahel.