
España ha sido una excepción europea a la hora de formar gobiernos. Lo normal en nuestro país han sido los gobiernos en solitario, con un único partido en el poder. Sin embargo, tras la caída del bipartidismo, la dinámica española ha cambiado completamente y se ha acercado a la de nuestros vecinos europeos.
Hoy en día, la formación de coaliciones es el pan de cada día, con Podemos y luego Sumar convertidos en el socio minoritario del PSOE a nivel nacional, mientras que Vox o Ciudadanos lo han sido del PP en distintas Comunidades Autónomas. Sin embargo, los expertos han demostrado que convertirse en el socio minoritario es terriblemente perjudicial para un partido político ya que parece inevitable acabar «engullido» por el socio mayoritario. Entonces, ¿vale la pena entrar en el Gobierno?
Pan para hoy, hambre para mañana
Alcanzar el poder, incluso como el hermano pequeño, implica una serie de beneficios muy difíciles de negar. El partido comienza a ganar exposición mediática, prestigio o experiencia, que son aptitudes muy valoradas por los votantes. Sin embargo, y esta es otra realidad académicamente demostrada; gobernar desgasta considerablemente.
Los datos nos muestran que, de media, el partido que accede al gobierno perderá votos en las siguientes elecciones, mientras que los partidos en la oposición tienden a mejorar su situación. El problema es que, si hablamos de una coalición, también está comprobado que el desgaste del socio minoritario es todavía mayor que el del mayoritario (este último entendido como aquel de cuyo partido es el presidente / primer ministro). ¿Qué explica que el socio minoritario siempre salga perdiendo?
Si hablamos de una coalición, también está comprobado que el desgaste del socio minoritario es todavía mayor que el del mayoritario
Ser el socio menor normalmente suele ir ligado a una menor representación parlamentaria (es decir, menos escaños que el mayoritario). Esto implica que, a la hora de negociar, está en clara desventaja, pues no tiene tanto poder. En definitiva, consigues menos carteras ministeriales, además de que en la negociación sueles ser el partido que cede. Este desequilibrio de fuerzas supone que, durante la legislatura, el socio menor no pueda cumplir la gran mayoría de sus promesas electorales. Frente al socio mayoritario, que tiene más poder y por tanto capacidad legislativa, el socio menor corre el riesgo de decepcionar a su base electoral y perder relevancia política.
Además, cuando varios partidos gobiernan juntos, los votantes comienzan a encontrarles similitudes o incluso a tratarlos como un solo partido. Por otro lado, como el socio mayoritario es quien ostenta el puesto de presidente / primer ministro, suele recibir mayor atención mediática. En pocas palabras, el partido mayoritario tiende a “comerse” al pequeño, lo que provoca que, cuando los votantes del partido minoritario vuelvan a las urnas, comiencen a dudar sobre su voto, sintiéndose empujados a votar por el mayoritario.
Juego de carteras
Sin embargo, los socios minoritarios tienen herramientas para marcar posición y, al menos, salvar los muebles. En otras palabras, aunque el deterioro electoral parece inevitable, hay opciones que permiten reducir el impacto. Buena parte de las investigaciones se han centrado en las negociaciones, el primer paso en la creación de una coalición. Los datos demuestran que los socios minoritarios pueden evitar la hecatombe electoral en dos situaciones:
- Cuando consiguen controlar carteras ministeriales que se consideran perfectas para su ideología. A modo de ejemplo, un partido verde debería centrarse en controlar el ministerio de medioambiente, mientras que un partido de derecha radical debe apostarlo todo por una cartera con competencias en inmigración.
- Como alternativa al caso anterior, el partido puede salir beneficiado si no obtiene su ministerio por excelencia, pero lo compensa consiguiendo más carteras de las que debería. El reparto de ministerios suele ser proporcional a la contribución al gobierno (si un partido aporta la mitad de los escaños, debería quedarse con la mitad de las carteras). Cuando un socio minoritario consigue rascar más de lo que debería, también saca provecho.
En definitiva, tienen dos estrategias alternativas, cada una enfocada en mostrar fuerza desde una perspectiva distinta. Obtener la cartera por excelencia permite el partido apostarlo todo por una línea ideológica (y tratarse de diferenciarse del otro socio), mientras que tener muchas carteras permite hacer una demostración de fuerza, doblar su exposición mediática y “estar en todos lados”.
Un pie dentro, un pie fuera
Sin embargo, hay una alternativa que es todavía más exitosa: apoyar al gobierno desde fuera. En otras palabras, no entrar en la coalición, pero votar con el gobierno en las leyes importantes y funcionar como su salvavidas. En la actualidad, un tercio de los gobiernos democráticos son minoritarios, lo que viene a significar que los partidos en el gobierno no tienen mayoría y necesitan de partidos externos para sobrevivir. Los datos muestran un patrón claro: los partidos que apoyan al gobierno desde fuera también pierden votos en las siguientes elecciones, pero (y aquí lo importante) su pérdida es mínima, sacando de media mejores resultados que los que son socios minoritarios.
Aunque apoyes al gobierno desde el exterior, sigues siendo vital para él, pues siguen necesitando tus votos para sacar las leyes importantes. Esto, de hecho, te asegura la exposición mediática, pues no pertenecer al gobierno también te permite ser más duro durante las negociaciones. Por otro lado, esto permite a los partidos colgarse la medalla por la aprobación de leyes populares, pero también permite, en los casos de crisis política, eludir la responsabilidad y justificar que no eres parte del gobierno.
Un hallazgo muy interesante a la hora de abordar esta dinámica se centra en el “apoyo exterior por escrito”. Se refiere a aquellos partidos que apoyan al gobierno desde fuera, pero con el cual firman una especie de pacto en el cual se estipulan las condiciones y el acuerdo al que se ha llegado (los cumplimientos que deben darse para mantener su apoyo). Los datos demuestran que este caso concreto supone un perjuicio electoral equiparable al del socio minoritario. Los autores de esta investigación sugieren que el acuerdo firmado supone un formalismo tan alto y comparable a ser parte del gobierno, por lo que pierdes los beneficios de “gobernar en la sombra”.
¿Eterna oposición?
Sin duda, las investigaciones anteriores son desoladoras para los partidos políticos. Hagas lo que hagas, cualquier tipo de cercanía al gobierno (como socio mayoritario, minoritario o incluso apoyo externo) supone un desgaste electoral en comparación a lo que experimentan los partidos en la oposición.
Aquí nos encontramos con una curiosa paradoja: los partidos buscan ganar votos y poder, pero alcanzar el poder supone una pérdida electoral en el futuro. En el caso del partido mayoritario, la situación parece más sencilla, pues los beneficios (máximo control en el poder) sí son superiores a los costes (cierta pérdida electoral en las siguientes elecciones). Lo peor, sin embargo, lo sufren los socios minoritarios y, en menor medida, los apoyos exteriores. Esto lleva a una pregunta clave para los partidos pequeños: ¿deben oponerse siempre al partido en el Gobierno?
El problema es que rechazar constantemente la entrada en el Gobierno tampoco es una opción. Hay determinados escenarios en los que es muy difícil justificar el «no» a una coalición. Los votantes pueden culparte del bloqueo político, además de que empezarán a ver que apoyarte no es del todo eficiente dado que, cuando tienes oportunidad de participar en un gobierno y cumplir tus promesas, priorizas la comodidad de la oposición.
El caso español
Antes de terminar, no podemos perder la oportunidad de hablar del caso español, que parece una macedonia de todas las estrategias aquí descritas. Por supuesto, primero debemos pensar en Sumar, el socio minoritario que hoy en día parece estancado en las encuestas (mayormente, por la división del voto entre ellos y Podemos). De hecho, uno de los argumentos principales de Podemos para confrontar a Sumar es que, según los primeros, los de Yolanda Díaz no son más que una muleta del PSOE, argumentando que son prácticamente lo mismo y que, por tanto, no vale la pena votarles. Este es un caso muy enriquecedor sobre la competencia entre un socio minoritario y un apoyo externo, siendo este último capaz de ser más “duro” en las negociaciones, además de diferenciarse del partido mayoritario.
Si profundizamos en el caso de Sumar y tratamos de aplicar lo que acabamos de aprender, vemos varios puntos muy interesantes. En primer lugar, destacar que tienen una proporción perfecta de carteras: aportan aproximadamente el 20% de diputados y tienen la misma cifra de ministerios. Por lo tanto, no se aplica la estrategia de “cuantas más carteras, mejor”. De hecho, una de las cosas que más ha llamado la atención de los gobiernos de Sánchez es que tienden a ser numerosos. En la actualidad, el Gobierno suma hasta 22 ministerios, por lo que es posible que la creación de tantas carteras por parte de Sánchez haya sido un intento de diluir la presencia de su socio.
Si nos centramos en los ministerios de los que disfrutan, contamos entre ellos el de Cultura, de Sanidad, de Derechos Sociales, de Infancia y Juventud y, por último, el de Trabajo. Sin duda, son carteras muy vinculadas a su corazón ideológico, especialmente la de Trabajo. También debemos destacar uno de los principales cambios entre la primera y la segunda coalición: perdieron el ministerio de Igualdad, que era otra de sus banderas. En pocas palabras, parece que el partido sí cuenta con “ministerios por excelencia”, pero parece que no han sabido sacarle tajada, posiblemente por las distintas crisis que sufre el gobierno y que nublan su agenda legislativa.
Por otro lado, el gobierno necesita de un número considerable de socios externos, donde también encontramos dinámicas muy interesantes. En primer lugar, porque muchos de estos socios tienen una especie de competición interna: ERC vs. Junts y PNV vs. Bildu. Por si fuera poco, son dos casos bien distintos. En el caso de los socios catalanes, Junts plantea la batalla interna en términos de dureza: quién es el socio que más concesiones arranca al gobierno. En cambio, PNV y Bildu se acercan más al ideal de socio acomodado, con algún que otro choque ideológico para llamar la atención.
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