
Los jóvenes británicos de 16 años pueden trabajar a tiempo completo, unirse al ejército, cambiarse el nombre o incluso beberse una cerveza bajo supervisión de un adulto. Sin embargo, no pueden votar ni decidir sobre el futuro político de su país. Hasta ahora.
El gobierno de Keir Starmer ha anunciado que para las siguientes elecciones generales, los jóvenes de 16 y 17 años podrán no solo acompañar a sus padres, sino también introducir su propia papeleta en las urnas. El anuncio ha revivido un debate cíclico en la ciencia política, con argumentos tanto a favor como en contra. Veamos qué hay detrás del mismo.
El caso británico
La reducción de la edad mínima para votar forma parte de un conjunto de reformas legislativas que los laboristas han propuesto para fortalecer el sistema democrático. También encontramos reglas más estrictas para defender al país de la injerencia extranjera o facilitar la identificación a la hora de votar. Sin embargo, poca atención han captado en comparación con la medida estrella.
Starmer ya incluía en su programa electoral la reducción de la edad para votar. El objetivo principal es alentar la participación electoral de los más jóvenes, que además tienden a abstenerse en mayor grado que las cohortes más veteranas. De hecho, los ingleses tienen razones para preocuparse. Las elecciones de 2024, con una participación del 59%, ha sido la más baja desde el 2021, casi 10% más baja que las de 2019.
Uno de los argumentos favoritos de los laboristas ha sido apuntar a ese espacio gris que supone tener entre 16 y 18 años. A pesar de no ser todavía mayor de edad, son jóvenes que de una forma u otra ya contribuyen al futuro del país. ¿Por qué no pueden decidir también sobre el mismo? ¿Qué los diferencia de los de 18 años?
Más allá de la participación, la esperanza de los laboristas reside en revitalizar el espíritu democrático de la juventud. Reino Unido, entre otros muchos países, sufre de una crisis de legitimidad democrática, siendo los jóvenes uno de los sectored que mayor preocupación provocan.
Solo la mitad de los jóvenes tiene una valoración positiva de la democracia y el 20% piensa que es preferible un sistema autocrático que cumpla sus deberes frente a una democracia ineficiente. Starmer cree que adelantar el voto podría fomentar el debate político desde muy temprano, además de promover la creencia de que el sistema también escucha a los más jóvenes.
Sin embargo, y como es frecuente cuando se analizan reformas políticas de gran calado, algunos analistas también apuntan a fines partidistas bajo el radar. En Reino Unido existe la creencia popular de que los jóvenes son más de izquierdas y que los laboristas se acabarían beneficiando al ampliar la edad para votar.
De hecho, una encuesta a británicos de entre 16 y 18 años reveló que uno de cada tres votaría por Starmer. Sin embargo, el tiro podría salirles por la culata, pues el 20% optarían hoy en día por Reform UK, consolidando la idea de que la derecha radical es especialmente atractiva para los jóvenes y, concretamente, los varones.
Vistas las razones de los laboristas, ¿cuáles son los argumentos en contra?
En contra de rebajar la edad para votar
Por supuesto, también son muchos los que ven esta medida como un cambio estúpido e incluso perjudicial. De hecho, en muchos países es un porcentaje de la ciudadanía muy pequeño el que se posiciona a favor del cambio, siendo uno de los más ilustrativos, justamente, el del propio Reino Unido.
Hace una década, una encuesta enfocada en esta medida comprobó que solo un tercio de los británicos estaba a favor de reducir la edad de voto. Sin embargo, es cierto que con el tiempo cada vez son más los ciudadanos a favor de un cambio que se materializará a medio plazo. Otra encuesta, de este año y en la que se preguntaba solo a menores, comprobó que incluso la mitad de los jóvenes entre 16 y 18 no quiere acudir a las urnas tan temprano.
El argumento preferido por los escépticos y por una parte de la academia es la presunta inmadurez (política) de los jóvenes. Estos apuntan que aquellos de 16 y 17 años todavía están en pleno desarrollo tanto cognitivo como emocional, por lo que no serían capaces de tomar una decisión informada ante las urnas. Los menores acabarían siendo manipulados por actores externos y no serían capaces de comprender la importancia e implicaciones de su voto. Esto, en última instancia, acabaría por reducir todavía más la legitimidad del sistema.
Por último, otros creen que el remedio puede ser peor que la enfermedad. La intención de Starmer es ampliar la edad de voto para así mejorar una tasa de participación a la baja en Reino Unido. Sin embargo, los jóvenes de entre 18 y 24 son justamente el sector con la participación más baja a lo largo y ancho del planeta. Extender el voto a los de 16 y 17 años podría simplemente engordar el grupo de abstencionistas.
¿Qué nos dicen los datos?
Durante muchos años, el debate sobre la reducción de la edad de voto ha sido una discusión a oscuras, pues contábamos con muy pocos países que hubieran llevado a cabo esa reforma, lo que no permitía una comparación significativa. Sin duda, hay países concretos en los que se considera que ha sido un rotundo fracaso, como en Gales, pero en política siempre es necesario tomar una perspectiva amplia.
Hoy en día, cada vez más países se suman a la reducción de la edad de voto a los 16 años, o al menos a los 17 en los casos más cautelosos. Gracias a ello, por fin contamos con investigaciones capaces de comparar y ofrecer cuáles son los resultados de un cambio tan importante para la democracia.
¿Mejor o peor tasa de participación?
Como ya hemos destacado, una de las críticas principales es que, si los de 18 votan poco, ¿por qué los 16 iban a ser mejores? Curiosamente, existen argumentos en contra de esta idea: a los 16 años se pasa por una etapa mucho más cómoda que a los 18, cuando uno suele experimentar una transición vital caótica y de muchos cambios. En un entorno mucho más estable, es posible que el aprendizaje político y el hábito del voto sean más propicios.
De hecho, los números demuestran que en países como Austria, Escocia o Brasil, los jóvenes de 16 y 17 años votan más que los de 18 años. En términos generales, los países que permiten votar desde los 16 años disfrutan de una tasa de participación superior, concretamente de un 5%.
Por si fuera poco, no es solo un efecto a corto plazo que luego se disipa llegada la mayoría de edad. Adelantar el voto tiene un efecto acumulado, pues esos jóvenes siguen votando en las sucesivas elecciones: aquellos que votan a los 16 años es prácticamente seguro que seguirán acudiendo a las urnas, como poco, hasta los 30 años.
¿Mejor o peor educados?
Los críticos creen que los menores de edad saben menos de política y acabarían deslegitimado el sistema, pues toman decisiones inmaduras y poco informadas. Sin embargo, desde una perspectiva lógica, parece muy complicado diferenciar la madurez política de uno de 17 y otro de 18 años. De hecho, ¿los mayores de 50 no se ven influenciados por los medios o su entorno de trabajo?
Lo que nos dicen los resultados es que los votantes tempranos, gracias a la oportunidad de ir a votar antes, acaban confiando más en el sistema, del cual comienzan a aprender antes. En casos como el noruego, en el que se han hecho experimentos excepcionales, el efecto positivo ha sido a corto plazo, pero en países con cambios permanentes como Austria o Ecuador dan lugar a un aumento sostenido de la confianza política.
Por si fuera poco, la calidad del voto de los jóvenes es igual de buena que la de los mayores. Un estudio del caso austriaco encontró que los menores de 18 años votan con la misma congruencia ideológica que los mayores, incluso teniendo menores conocimientos políticos.
Conclusión
Visto lo visto, parece que la medida es, de media, provechosa para los países en los que se aplica. Sin embargo, también existen casos en los que la reforma no ha llegado a buen puerto, por lo que la ampliación del voto debe ser analizada con detenimiento, siempre buscando la mejora social. Además, debe ir acompañada de otras medidas, promoviendo una mejor educación política y una cultura cívica.